Bob y Alif bailan desnudos de noche en la playa, ella filma con su cámara de 16 mm, después la filma él en un ballet cortocircuitado, ven las películas en blanco y negro en casa, pero los compases finales de esta secuencia edénica dan paso de nuevo al momento de la caída, el grito de Alif, el cuerpo roto de Wyatt frente a una tienda de discos, la ambulancia. En toda esta transición no ha dejado de sonar “Sea Song” y, como ocurre en el álbum, esta se transforma sin que casi haya pausa en el siguiente tema del disco, “A Last Straw”, y este da paso a “Little Red Riding Hood Hit The Road” mientras la acción bascula entre tiempos, del accidente a la isla, de la isla al accidente y sus inmediatas repercusiones; un viaje temporal que es flashback,
flashforward o ninguna de las dos cosas, y que ilustra muy bien la idea de que la música del disco fue gestada antes del accidente, pero tomó su forma definitiva (hiriente, dulce, melancólica, agresiva, afilada, hipnótica, rasgada, aérea, terrenal, alegre, triste) después del mismo.
Los encadenados y cortes son quirúrgicos: plano de Alif asomándose de espaldas a una ventana en la casa de Mallorca; contraplano de ella asomada a la ventana del edificio de Nueva York mirando hacia abajo tras el accidente de Wyatt; plano de unos armadillos en una carretera de Deià; plano de las Torres Gemelas; corte a la luz del quirófano; plano de Alif abatida en el hospital; las manos de Wyatt que se posan sobre su hombro un año antes para calmarla por sus inquietudes. Hay encuadres en el interior de la casa en la isla que parecen reproducciones de los dibujos de Benge que han aparecido en algunos de los discos de Wyatt. Porque siendo un filme sobre el músico, lo es también, y a veces en mayor medida, sobre su compañera y sus dudas como mujer cineasta: fue asistenta de montaje de “Amenaza en la sombra” (Nicolas Roeg, 1973), de ahí los teclados comprados en Venecia, y después rodó sin llegar a trascender. La expresividad en el trazo y movimiento de Trénor es más determinante en Alif que en Wyatt, hermosa y doliente –una belleza lunar incluso cuando la adicción hace estragos en su rostro–, con una variada gama de registros que sintetiza los procesos anímicos por los que pasa la pareja.