Película

Rock Bottom

María Trénor

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El filme de animación “Rock Bottom” (2024; se estrena hoy) no es ni la recreación de cómo se hizo este fundamental disco de Robert Wyatt ni tampoco una clásica aproximación biográfica a la figura de quien fuera batería y cantante de Soft Machine y líder de Matching Mole. Lo que ha hecho María Trénor (Valencia, 1970), realizadora con tres cortos de animación a sus espaldas antes de embarcarse en este fascinante, larga y costosa aventura, es una especie de indagación poética en torno a todo ello, una suerte de abstracción en la que la música de Wyatt –los temas de “Rock Bottom” (1974), pero también piezas como “O Caroline” y “Signed Curtain”, pertenecientes al primero de los dos álbumes de Matching Mole, titulado igual que el grupo y lanzado en 1972– funciona como un flexible hilo que describe situaciones, estados de ánimo, épocas tumultuosas, los paraísos perdidos que diría Charles Baudelaire, la creación artística, lo mejor y lo peor del ideario hippy, el sueño de Mallorca en los sesenta, la luz mediterránea, siempre con Bob (Wyatt) y Alif (su esposa, Alfreda Benge) como figuras principales. Trénor se ha basado en la música (la ha interpretado a su manera) y en la vida de Wyatt antes y después del accidente de 1973 que lo dejó parapléjico –y que la directora sitúa en una fiesta en Nueva York y no en la casa de Lady June en Canterbury donde aconteció realmente– para construir una fabulación particular, pero muy respetuosa, sobre la convivencia, la creación, la autodestrucción y la regeneración de sus protagonistas.

Precisamente la hermosa “O Caroline”, coescrita con el teclista David Sinclair, actúa a modo de intersticio: “Me servía para unir etapas y otorgarle un sentido dramático a la caída desde la ventana y lo que vino después”, explica la directora. En plena fiesta neoyorquina, Wyatt se sienta a la batería y la interpreta. El tema fue inspirado por Caroline Coon, artista plástica, periodista y activista británica con la que había mantenido una relación sentimental. Alfreda, o Alif –o Alifib y Alifie, títulos de dos de los temas de “Rock Bottom”–, aparece en el lugar cuando Wyatt está a punto de hacer el amor con una joven llamada Caroline, pero que no tiene por qué ser la Caroline evocada aunque en la reinterpretación de los hechos así lo parezca. En la vida real, a la caída le siguió la dolorosa recuperación, el cambio, una nueva voz, un nuevo sonido con los teclados comprados en Venecia hasta llegar a “Rock Bottom”, la conciencia política. Pero Trénor engarza esta secuencia, con las imágenes cada vez más oscuras y distorsionadas tras chocar con el asfalto, con un plano de Wyatt sumergiéndose en el mar, y de ahí emerge otro tiempo, anterior, un año antes en Mallorca, un estado de ánimo descrito con “Sea Song”, si no la mejor, una de sus mejores canciones.

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Bob y Alif bailan desnudos de noche en la playa, ella filma con su cámara de 16 mm, después la filma él en un ballet cortocircuitado, ven las películas en blanco y negro en casa, pero los compases finales de esta secuencia edénica dan paso de nuevo al momento de la caída, el grito de Alif, el cuerpo roto de Wyatt frente a una tienda de discos, la ambulancia. En toda esta transición no ha dejado de sonar “Sea Song” y, como ocurre en el álbum, esta se transforma sin que casi haya pausa en el siguiente tema del disco, “A Last Straw”, y este da paso a “Little Red Riding Hood Hit The Road” mientras la acción bascula entre tiempos, del accidente a la isla, de la isla al accidente y sus inmediatas repercusiones; un viaje temporal que es flashback, flashforward o ninguna de las dos cosas, y que ilustra muy bien la idea de que la música del disco fue gestada antes del accidente, pero tomó su forma definitiva (hiriente, dulce, melancólica, agresiva, afilada, hipnótica, rasgada, aérea, terrenal, alegre, triste) después del mismo.

Los encadenados y cortes son quirúrgicos: plano de Alif asomándose de espaldas a una ventana en la casa de Mallorca; contraplano de ella asomada a la ventana del edificio de Nueva York mirando hacia abajo tras el accidente de Wyatt; plano de unos armadillos en una carretera de Deià; plano de las Torres Gemelas; corte a la luz del quirófano; plano de Alif abatida en el hospital; las manos de Wyatt que se posan sobre su hombro un año antes para calmarla por sus inquietudes. Hay encuadres en el interior de la casa en la isla que parecen reproducciones de los dibujos de Benge que han aparecido en algunos de los discos de Wyatt. Porque siendo un filme sobre el músico, lo es también, y a veces en mayor medida, sobre su compañera y sus dudas como mujer cineasta: fue asistenta de montaje de “Amenaza en la sombra” (Nicolas Roeg, 1973), de ahí los teclados comprados en Venecia, y después rodó sin llegar a trascender. La expresividad en el trazo y movimiento de Trénor es más determinante en Alif que en Wyatt, hermosa y doliente –una belleza lunar incluso cuando la adicción hace estragos en su rostro–, con una variada gama de registros que sintetiza los procesos anímicos por los que pasa la pareja.

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Los hechos y personajes, las situaciones que sabemos y las que son fruto de la lícita imaginación de la directora, van sucediéndose, y si se conoce la historia de Wyatt, mejor, pero si no, tampoco es un problema: ventajas de la libre interpretación de los hechos. Por ejemplo, Daevid Allen juega su papel de gurú lisérgico en un momento preciso. Después, en su improvisado estudio de Deià invita a Wyatt a grabar una maqueta de “Signed Curtain”, otra de las delicadas piezas del primer álbum de Matching Mole, y Trénor le hace interpretar después la parte vocal de Ivor Cutler en “Little Red Robin Hood Hit The Road”, otros dos ejemplos de las modificaciones que realiza la directora jugando con la realidad y la ficción a todos los niveles, el textual, el visual y el musical. Por eso resulta algo más que un simpático guiño que Robert Graves, cuidando su jardín, adquiera los rasgos del periodista Juan Bufill, uno de los primeros en escribir sobre Wyatt en nuestro país.

La voz como un acto esforzado de respiración de la primera parte de la canción “Alifib” ilustra por igual el lento regreso de Wyatt drogado a la casa mallorquina como el traslado en la camilla al quirófano de un hospital neoyorquino, respirando entrecortadamente. La música, a través de un cuidadoso montaje, es también relato en la película. El autor de “Rock Bottom”, generoso como siempre, facilitó el trato con la discográfica Domino para que Trénor pudiera utilizar todas sus canciones gratis. Muchas de las ideas visuales del filme proceden de la interpretación que la cineasta hace de esas canciones, de esas voces aguileñas, teclados subacuáticos, melodías en espiral y capas de sonido sin domesticar. Describen y funcionan de contrapunto. Emocionan o entristecen. Cuentan un fragmento importante en la vida de quien las creó. El final es muy bonito en este sentido. Sobre imágenes televisivas de liberación, de la dimisión de Richard Nixon tras el Watergate, el anuncio del fallecimiento del dictador Francisco Franco o la caída del Muro de Berlín –pero también la imagen de uno de los aviones estrellándose contra las Torres Gemelas el 11-S–, puede escucharse la versión que Wyatt grabó, en un single de 1980, del tema de Chic “At Last I Am Free”, incluida después en la compilación “Nothing Can Stop Us” (1982). La canción, con unos Bob y Alif maduros en una casa decorada como la de Deià, que podría ser la que tuvieron en Castelldefels o en Canterbury, encadena en precioso final con la versión coral arreglada por Adrià Pagès de “Sea Song”, el regreso al punto de partida tras un largo y tortuoso viaje. ∎

Homenaje al gran Robert Wyatt.
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