“No pretendo tener una solución sencilla a un problema tremendamente complejo, y quienes afirman tenerla están simplificando. Eso es justo lo opuesto de lo que yo quiero hacer”, nos dice la ilustradora e historietista Rutu Modan (Tel Aviv, 1966). Con “Túneles” (2020; Salamandra Graphic, 2022) es la primera vez que ha escrito el cómic directamente en hebreo, aunque de la traducción al castellano se encarga Ayeleth Nirpaz. En este trabajo propone una historia de enredo en torno a una excavación arqueológica, en busca del Arca de la Alianza. “De entrada, parece una búsqueda del tesoro a lo Indiana Jones”, afirma. Pero es mucho más que eso.
¿De dónde viene la idea para “Túneles”?
Está basada en una historia real. A mis 20 años tenía un amigo cuyo padre empezó una excavación ilegal en una montaña, buscando el Arca de la Alianza. Estuvo siete años trabajando y hasta sacó a su hijo del colegio para que lo ayudara. Hace unos años, cuando terminé “La propiedad” (2013), estaba buscando una nueva historia y de repente recordé esta. Y me vino a la mente la pregunta: “¿Por qué lo hacen?”. Yo conocía a la familia y el padre podía ser un poco excéntrico, pero no era religioso. ¿Cómo podía conectar esto con la cultura israelí, con las historias místicas? Tenía que plantearlo de una forma que fuera interesante para los lectores, pero también para mí. Cada obra tiene que suponer una gran pregunta que debo responder, que me obligue a documentarme.
¿Sobre arqueología, por ejemplo? Es un tema muy concreto y técnico, así que supongo que debiste hacer una gran labor de documentación.
Sí. Yo no sabía más que cualquier otro sobre arqueología, así que tuve que documentarme mucho. Estudié el tema durante años, incluso hice un curso de Arqueología y Materia Bíblica. Me preocupaba saber qué parte había de histórica en la Biblia. Yo soy un producto de la escuela secular de Israel y allí la leíamos no desde un punto de vista religioso, sino cultural. Al principio estudias los textos como mitos, pero, a partir de cierto momento, en cuarto curso, se empieza a hablar de ciertas cosas como si fueran Historia. Todo lo del Éxodo, los judíos conquistando la tierra de Israel… Para mí, la arqueología es la única herramienta que nos queda para conocer aquella época. Pero es algo complejo: hay discusiones, diferentes escuelas de pensamiento y tú tienes que decidir en cuál te sitúas. Es una decisión política.
Tú publicaste tu primera obra larga, “Metralla”, en 2006. ¿Cómo ves la evolución del conflicto entre Israel y Palestina desde entonces?
No me siento cómoda hablando directamente sobre el tema; prefiero hacerlo a través de mi obra. Pero lo que sí pienso es que el conflicto ha ido a peor, en el sentido de que nadie está hablando sobre las posibles soluciones. En los 90 las cosas estaban mal, pero la gente al menos tenía esperanza. Después perdió esa esperanza, pero seguían hablando para solucionarlo. Ahora ni siquiera se habla de ello. Hay gente que piensa que no hay solución posible, pero yo no estoy de acuerdo: no ha habido un conflicto en la Historia que no se haya resuelto de una forma u otra, a veces a través de la violencia. Pensar que el conflicto de Palestina va a durar para siempre es estúpido: algo pasará al final. Esto es lo que puedo decir.
Esto lo veo muy claramente en “Túneles”: el diálogo entre las personas es una alegoría muy sutil del diálogo entre los pueblos.
Creo que puede ser fácil entender mi posición política a través de mis libros, pero no quiero hacerla explícita. Es difícil de explicar, pero sería como expedir un certificado político que diga que soy una persona que piensa “lo correcto”, así que podéis leer mis libros sin peligro.
Consideras que el lector es una persona inteligente.
Bueno, no quiero decir quiénes son los buenos y los malos. Se trata de un asunto muy complejo y me interesa más mostrar los diferentes puntos de vista. De hecho, cuando hablo con una persona que tiene las cosas muy claras, tiendo a asumir la posición contraria.
Me gusta mucho la forma en la que los problemas entre los personajes de “Túneles” se proyectan sobre la situación política. Por ejemplo, la página en la que la protagonista israelí y un personaje palestino discuten sobre quién tiene derechos sobre la excavación.
Para mí ese diálogo es la clave de todo el libro. Fíjate que ellos están intentando hablar del problema y entonces aparece otro personaje que usa la violencia, con un arma.
El humor es otro elemento muy importante en tu obra. ¿Cómo lo manejas cuando tienes que tratar cuestiones muy controvertidas, como la religión, el racismo o el terrorismo?
No lo puedo evitar. Es parte de mi estilo y de mi punto de vista. Y creo que es también algo que encaja muy bien con el medio del cómic, donde tienes básicamente dos discursos: el del texto y el del dibujo. También creo que la ironía te permite ver el absurdo de estos temas tan serios. En medio del conflicto puede haber situaciones divertidas o patéticas. Esa es la atmósfera que a mí me interesa.
Me encanta la puesta en escena y la forma en la que “actúan” los personajes. Tu estilo de dibujo sigue influido por Hergé, pero has profundizado en la caricatura, en las expresiones exageradas.
Estoy de acuerdo. Esta historia es más divertida y eso influye en mi forma de dibujar, pero también creo que ha habido una evolución: ahora soy mejor y me siento más libre. Este es mi libro y puedo hacer lo que quiera. Incluso introducir escenas que no están verdaderamente conectadas con la trama, pero que me apetecía dibujar. No me importa si rompen el ritmo. Es divertido.
¿Crees que podrías haber hecho un libro como “Túneles” si no hubieras sido israelí? ¿Podría hacerse un libro así sin ver desde dentro el conflicto palestino?
No lo sé. He leído mucho sobre el tema en libros y cómics, y normalmente me siento molesta porque creo que no han sido capaces de mostrar el gran cuadro. Y no tengo esa sensación cuando leo a autores israelíes, incluso si no estoy de acuerdo con ellos. Pero soy la última persona que quiere decirle a nadie sobre lo que puede o no puede escribir. Creo que todo el mundo debería tener la libertad para escribir acerca de lo que quiera, incluso cosas con las que no está familiarizado. Pero, al mismo tiempo, siento que es “mi tema”. Mi punto de vista es desde dentro, por eso es diferente.
¿Qué piensas de los libros de Joe Sacco sobre Palestina?
Creo que sus obras son excelentes. Eso no significa que me sienta cómoda con todo lo que muestra, pero no es su intención hacer que nos sintamos cómodos. En general lo que no me gusta de algunas obras son los clichés… Estas historias sobre chicos palestinos que se enamoran de chicas israelíes y luchan por la paz… demasiado para mí (risas). Usar eso como símbolo de la reconciliación me parece muy básico. En “Túneles”, de entrada, no quería introducir una relación romántica, pero al final incluí el flirteo entre el hermano de la protagonista y el chico palestino. Por algún motivo, la comunidad LGTBI+ es más abierta acerca del conflicto y hay muchas parejas de israelíes y palestinos. ∎

“Túneles”, la tercera novela gráfica de Rutu Modan, plantea un punto de partida que casi podría ser el de una historia pulp: Nili Broshi retoma la excavación que décadas atrás inició su padre arqueólogo con el objetivo de encontrar el Arca de la Alianza, objeto sagrado en la tradición hebraica. El problema es que el túnel a medio excavar se halla ahora bajo el Muro de la Separación que divide a israelíes y palestinos, y la operación no resultará sencilla.
Comienza así una búsqueda con trazas de comedia de enredo entre personajes variopintos –ahora te ayudo, ahora te traiciono, ahora te vuelvo a ayudar–, de estudiada coreografía y ritmo trepidante. Las raíces clásicas de Modan –que se nutren de Hergé y otros autores de “línea clara”– derivan en una caricatura de las expresiones y las personalidades, sin caer en clichés o estereotipos. Cada actor tiene varias facetas, a veces contradictorias, y sus enfrentamientos y relaciones representan alegóricamente las de sus respectivos pueblos.
Alejada de la ingenuidad o simplicidad de otras ficciones sobre el mismo conflicto, Modan se pregunta sobre el poder que otorgamos a las historias y hasta qué punto –aunque las revistamos de valor religioso– deberían influir en la política del presente. Pero no pretende estar en posesión de las respuestas, sino que se centra en plantear preguntas y no cierra los significados de una obra que tendrá que completar cada uno con su lectura. Tal vez se podía achacar a Modan que no se posiciona claramente en un conflicto que ha derramado ya mucha sangre. Pero en realidad sí lo hace, en una apuesta clara por el diálogo y el entendimiento que evita la moraleja facilona con un final afiladísimo y un humor que sabe encontrar lo esperpéntico en medio de la tragedia. “Túneles” es una historia verdaderamente madura que confía en la inteligencia y responsabilidad de cada lector, rara avis en un marasmo de obras que nos señalan cuál es la postura correcta y qué debemos pensar para ser moralmente intachables. ∎