Película

Saint Omer, el pueblo contra Laurence Coly

Alice Diop

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Solo cuando te enfrentas a una película como “Saint Omer, el pueblo contra Laurence Coly” (2022; hoy se estrena en España) entiendes que lo de “debut sorprendente” se utiliza demasiado a la ligera. Es cierto que no es la primera película de su directora, la documentalista francesa de origen senegalés Alice Diop. Pero, si bien en “Saint Omer” reverberan soluciones y maneras de documental, es una película de ficción. Una película de ficción en la que la cineasta toma decisiones firmes y arriesgadas y las lleva a las últimas consecuencias. Es un debut sorprendente por eso y por su naturaleza insólita al invertir el orden en el que hoy, salvo excepciones, se tiende a concebir los relatos. El centro de “Saint Omer” no es la conclusión, no es la certeza, no es la reflexión que anhela ser compartida. En ese sentido, es una película liberada por igual del concepto de “tema” y de las agendas. Eso no quiere decir que no sea ambiciosa en sus asuntos. Lo es, mucho. Pero no es un filme planteado desde las respuestas.

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Inspirada en un suceso real, cuenta la historia de una escritora (Kayige Kagame) que asiste al juicio a una mujer (Guslagie Malanda) acusada de la muerte de su bebé, a la que abandonó en la orilla de una playa. La razón es buscar inspiración para un nuevo libro, en el que pretende revisar el mito de Medea. Medea es una de las narraciones externas (de distinta naturaleza) que toma Alice Diop para reforzar las cuestiones más complejas de su película; la otra es un texto de Marguerite Duras. A partir de la historia de espejos entre esas dos mujeres, de la que el espectador participa, la directora pone sobre la mesa la migración, el desarraigo, la culpa, las diferencias culturales y de clase, las relaciones entre madres e hijas (un tema en boga que pocas obras han abordado recientemente con la inteligencia y la osadía con que lo hace esta película) y, sobre todo, nuestro bloqueo ante los hechos que no se pueden explicar de ninguna manera. Un infanticidio. ¿Cómo se puede entender algo así? Ese interrogante también está en otras propuestas recientes como los libros “Idaho”, de Emily Ruskovich –mejor obra literaria del pasado ejercicio, según Rockdelux–, y “Las madres no”, de Katixa Agirre. Ambos espléndidos, toman sendas distintas. Pero, al igual que “Saint Omer”, también hablan de nuestro desconcierto, dolor y miedo ante lo inconcebible, ante el horror que no se puede comprender.

Para acercarse a ese vacío, Diop expone y otorga. No sentencia, no juzga, no se permite la más mínima reflexión. “Saint Omer” tiene varios escenarios, pero el central es la sala en que se celebra el juicio. Allí sucede la mayor parte de la película. La cineasta pone en escena el proceso con suma sobriedad, incluso con aridez. Sostiene los planos, estáticos y larguísimos, para que la palabra y el rostro sean los únicos asideros del espectador. Las imágenes –la magnífica dirección de fotografía es de Claire Mathon: “Atlantique” (Mati Diop, 2019), “Retrato de una mujer en llamas” (Céline Sciamma, 2019), “Petite maman” (Céline Sciamma, 2021)– viran al mismo color y se les niega la estridencia. Las interpretaciones, magníficas, jamás se imponen a la palabra. No hay nada que nos distraiga, del mismo modo que no hay nada que nos dé respuestas, alivio o consuelo. Alice Diop nos convierte en parte activa. Nos enfrenta a lo inconcebible, nos dice a través de la protagonista (la escritora) que quizá nos reflejemos en algunas de sus expresiones, pero no encontraremos respuestas, y pide que seamos nosotros quienes saquemos conclusiones. ∎

Dolor y miedo ante lo inconcebible, ante el horror que no se puede comprender.
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