Libro

Samanta Schweblin

El buen malSeix Barral, 2025

Son solo seis cuentos, sí, pero uno sale de “El buen mal” como si le hubiera pasado por encima una hormigonera de inquietud y desazón. Mal rollo pegado a la piel y, sin embargo, ganas de más. ¿Seguro que no hay un séptimo relato escondido por ahí, aguardando el momento justo para aparecer por sorpresa y saciar el mono? El hallazgo, la verdad, no desentonaría con el tono general de este antología de la extrañeza y el extrañamiento, ya que si algo conecta todos los cuentos y les da un sentido de narración más o menos unitaria es la súbita irrupción de algo o alguien que sacude al lector y abofetea a los personajes.

Un intruso que enrarece el ambiente y tensa aún más el armazón de unas historias suspendidas casi en el aire, construidas con una austeridad deliberadamente seca y áspera. La sensación que queda al volver al mundo real, o como mínimo al de carne y hueso, podría resumirse con una frase de “La mujer de la Atlántida”, uno de los mejores relatos del lote: “Nos quedamos así, acostadas boca abajo y mirándonos congeladas a los ojos, como si acabáramos de morir pero aún pudiéramos escuchar unas palabras antes de descender al infierno”.

Con ustedes, Samanta Schweblin (Buenos Aires, 1978), exploradora de abismos y cartógrafa de malestares. Una voz capaz de conseguir desde el más puro y extraño realismo lo que Mariana Enriquez logra reventándole las costuras a la literatura de género. Esa es, de hecho, una de las premisas de “El buen mal” (2025): escribir sobre la muerte sin cruzarse, sin rozarse siquiera, con fantasmas, resucitados y otros espectros góticos. Y aunque los personajes se conduzcan casi como muertos en vida, gente herida por el trauma y zarandeada por la soledad, todo es aquí dolorosamente real, fascinantemente inquietante.

Ocurre con la protosuicida de “Bienvenida a la comunidad”, la residencia de escritores a la deriva de “William en la ventana”, el terrible accidente de “Un animal fabuloso”, la poeta sin inspiración ni empuje de “La mujer de Atlántida”... La parca casi siempre rondando y, junto a ella, un asombroso catálogo de parejas en demolición, padres e hijos brutalmente sacudidos, voces siempre al filo de la crueldad.

Lo raro, escribe Schweblin citando a Silvina Ocampo, “siempre es más cierto”, y de ese asombro perpetuo ante la extrañeza cotidiana se alimentan unos relatos con los que Schweblin, ganadora del National Book Award por “Siete casas vacías” (Páginas de Espuma, 2015), se corona como la gran cuentista de las vidas envasadas (y asfixiadas) al vacío. ∎

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