Lo mucho que me he reído (en el buen sentido) con el regreso de Santini, el protagonista principal del libro, a Fuente Librilla, en las faldas de Sierra Espuña (pueblo murciano de la comarca del río Mula, 320 metros de altitud, código postal 30178, 562 habitantes según datos del INE el 1 de enero de 2023). Sin ser un libro autobiográfico (aunque Santos Martínez nació en Fuente Librilla en 1992), de bien dentro suyo (de su contexto de preocupaciones y trayectorias vitales y de sus dinámicas familiares) parece haberle salido esta recomendable ficción alrededor de una especie de trasunto suyo (moldeado) empeñado, pero de aquella insuficiente manera, en escribir la Gran Novela Rural Murciana, anzuelo ironic mode on que hasta la editorial Hoja de Lata ha usado para promocionar el libro. Si nos reímos –sátira, humor y sarcasmo son elementos que al libro no le faltan–, pues con la parodia hasta el fondo.
Porque resulta que Santini, cuando le resta un año para llegar a la treintena, va y decide volver durante la época navideña al mencionado lugar, a su cuna, al sitio que lo vio nacer y escapar, en una especie de rencuentro familiar del hijo pródigo, el que se fue a buscar la gloria (a Barcelona y Berlín) y ahora viene con los bolsillos vacíos (léase cobrando el subsidio de desempleo). Una decisión, la de esas vacaciones blancas consanguíneas y amistosas entre el fin de un año y el inicio del siguiente, con toda la pinta de acabar como el rosario de la aurora, que es lo que más o menos acabará ocurriendo. Y no vamos a hacer más espóileres. Porque en ningún momento es un regreso idealizado, en Santini no hay arraigo rural y lo que se persigue en estas 362 páginas es desmitificar la vuelta a un pueblo de cabras como la solución para huir de un entorno urbano hostil, como si fuera la panacea para encontrar ¿la libertad?
Por ahí anda su padre, Matías Martínez, alias Ropasuelta, un gruñón de película y campeonato con el que Santini no se habla desde hace tiempo y al que cada vez que aparece dan ganas de soltarle dos hostias con la mano abierta, un patriarca gañán y renegón que encabeza un divertido pero triste elenco de secundarios que conforman su madre, su hermano, su hermana y el novio catalán, su vecina, los amigos de infancia y juventud, los viejos del bar y los menos viejos del pub-futbolín. Todos hablando un lenguaje que suena a música serrana murciana, anclando el libro en el sitio del que es. Todos transmitiendo aislamiento. A todos costándole ser una mejor versión de sus predecesores. Todos con ese sustrato del franquismo que no hay manera de que dejen / dejemos atrás (y ahí seguimos en España, todos, entre “El 47” y Antonio Martínez, de VOX y teniente de alcalde de Molina de Segura –búscalo por Google: le va lo de repartir odio online-, localidad murciana de la comarca de la Vega Media del Segura, 125 metros de altitud, código postal 30500, 76.074 habitantes según datos del INE el 1 de enero de 2023: está a 44,6 kilómetros de Fuente Librilla por la A-7). Somos de donde nos echan. ∎