¿Por qué falla una serie? Normalmente es por una serie de motivos: pésimo guion, mala dirección de actores, problemas de ritmo o exceso de episodios, aunque el problema principal suele residir en una pobre dirección y una nula puesta en escena. Estamos ante un fenómeno habitual en el mundo de las plataformas, donde las palabras han superado y suplantado a la imagen debido a que estas son baratas y rápidas de filmar. Solo hace falta realizar una serie de primeros planos con fondos desenfocados y unas voces para componer una escena. La cuestión es que cuando se impone el verbo sobre espacio esto afecta al resultado de la imagen, que se convierte en un elemento anodino en segundo plano.
Así sucede con la miniserie “Shatter Belt” (2023; Filmin, 2024), creada por James Ward Byrkit, en realidad cuatro cortometrajes de media hora de duración que tratan diversos temas relacionados con la ciencia ficción y la tecnología. El primero de ellos narra cómo la Inteligencia Artificial de un electrodoméstico intenta introducirse en la conciencia de su dueño. El segundo trata sobre una manzana que nadie puede tocar y que hace cuestionar a los protagonistas la propia realidad. El tercero, en una doble línea temporal, habla sobre cómo el futuro entiende de forma errónea la vida de un hombre de nuestro tiempo que solo buscaba la fama. La cuarta describe una extravagante cena experimental entre los dueños de una empresa y sus empleados que deviene en catarsis colectiva. Cuatro propuestas y en ninguna de las cuales hay un solo momento de interés por componer un plano o pensar una imagen. Se trata simplemente de especular sobre temas científicos y avances tecnológicos en la línea de “Black Mirror” (Charlie Brooker, 2011-2019) , pero sin llegar a desarrollar ninguna idea de forma visual.
Lo chocante es que el primer largometraje de Byrkit, “Coherence” (2013), no fue en absoluto así. Se trataba de un perturbador y claustrofóbico filme de ciencia ficción en el que un grupo de amigos viven durante una cena una serie de fenómenos extraños debido al paso de un cometa, y donde se abordaba de forma original la cuestión de los universos paralelos antes de que se convirtiera en un tópico ya más que agotado. En esta obra de bajo presupuesto, la cuestión espacial estaba relacionada con la propia temática y tenía efectos sobre la puesta escena y el desarrollo de los personajes. Una ópera prima brillante. Sin embargo, en “Shatter Belt” la mayoría de los episodios están filmados con anodinos primeros planos, cámara en mano y fondos desenfocados, sin trabajar la profundidad de campo o la luz. No se plantea por qué una determinada escena debe ser filmada de una forma y no de otra.
Estamos ante una propuesta que se halla a gran distancia de las grandes series de ciencia ficción de los últimos años, caso de “Dark” (Baran bo Odar, 2017-2020), “Devs” (Alex Garland, 2020), “Severance” (Dan Erickson, 2022) o “Tales From The Loop” (Nathaniel Halpern, 2020), donde justamente la cuestión espacial es crucial tanto para crear imágenes potentes como para desarrollar la trama y la psicología de los personajes.
En “Shatter Belt” el guion es apenas traducido de la página impresa a la pantalla. Las palabras lo ocupan todo, de tal forma que la serie podría entenderse igual –quizá excepto el cuarto episodio– solo escuchando, sin tener que ver. ∎