¿Otro libro sobre los Smiths? Inevitable hacerse la pregunta recién leídos los excelentes volúmenes publicados por Carlos Pérez de Ziriza, “Morrissey y los Smiths. Tanto por lo que responder” (2024), y Marcos Gendre, “The Smiths. 1983-1984... Y el pop cambió para siempre” (2022). En este caso no se trata de un libro recién escrito, sino de la traducción al castellano y publicación en nuestro país de “Songs That Saved Your Life. The Art Of The Smiths 1982-1987”, del periodista musical y escritor británico Simon Goddard (Cardiff, 1971). Fue su primer libro, publicado por primera vez en 2002 y revisado por el autor en 2011, con gran acogida en su país por parte de la crítica y del público. Reputado crítico musical en ‘Uncut’, ‘Mojo’, ‘Record Collector’ o ‘The Guardian’, escribió posteriormente estimables obras sobre Elvis Presley, David Bowie o The Rolling Stones.
El punto diferencial de “Canciones que te salvaron la vida. The Smiths 1982-1987” (Ondas del Espacio, 2024; traducción de Javier Peleteiro) es contar la historia del grupo utilizando como guía sus canciones –todas y cada una de ellas– ordenadas por fecha de grabación. Puesto que The Smiths grabaron numerosos singles y sesiones en la BBC, el orden no siempre coincide con el de los LPs ni su listado. Con ello se destaca que, pese a grabar varios álbumes magníficos, los mancunianos fueron sobre todo un grupo de canciones. En su empeño, Goddard huye de la estructura burocrática de una página por canción, dándole a cada composición lo que le pide su entusiasmo por la misma –las hay que no llegan a una cuartilla y otras se llevan tres páginas–, igual que en las conversaciones de los fans. Así, va avanzando año a año, canción a canción, generando el contexto de cómo una llevaba a la otra y cómo desde ese esfuerzo, al principio sin recompensa, The Smiths llegaron a ver cumplido su sueño de generar el mismo fanatismo que ellos sentían por sus artistas favoritos.
Lejos de realizar una autopsia aséptica de cada tema, Goddard funde con acierto la visión del seguidor enardecido con un análisis musical y lírico riguroso, intercalando entrecomillados de los miembros del grupo que confirman o desmienten algunas de las informaciones conocidas sobre ellos y añadiendo detalles valiosos de la gestación de cada composición. En ocasiones se atreve a ficcionalizar algunos pasajes como la intrahistoria de cómo se conocieron y decidieron juntar sus destinos los dos grandes líderes, Johnny Marr y Morrissey, tratando además con cariño la aportación de Andy Rourke y Mike Joyce, la sección rítmica, siempre a la sombra de los primeros. Comparado con los tiempos actuales sorprende, leyendo las fechas de cada composición y grabación, el frenético ritmo de producción de la banda. Goddard retrata con precisión el funcionamiento de su sociedad artística. Por un lado, el guitarrista, volcado en la composición musical y las labores de producción trabajando codo con codo con los distintos productores del grupo, como Troy Tate –insólita la historia del primer álbum desechado por completo una vez grabado por este por su insatisfacción con el resultado–, John Porter y Stephen Street. Por el otro, el cantante, componiendo las letras y las melodías vocales y encargándose de la imagen del grupo, desde las icónicas portadas de singles y álbumes hasta las apariciones televisivas.
Entre los jugosos detalles musicales, el autor, muchas veces por boca del propio Marr, nos deja un reguero de temas –impagable la labor del alma bendita que los ha juntado en esta playlist– que influyeron en cada una de las canciones bien por tomar prestado un riff, un apunte melódico, un verso o un concepto, poniendo el énfasis en la transformación alquimista que sufrían estas añejas referencias en sus manos. ¿O quién podría deducir que los brotes de su lustroso pop partían en ocasiones de semillas de The Stooges, The Velvet Underground o New York Dolls? Con el fin de no abrumar con la parte técnica ni lastrar el flujo de la historia, hábilmente, Goddard recoge en varios apéndices información de detalle casi enfermizo, como las veces que tocaron cada canción en directo, con sus fechas, o todas sus apariciones televisivas.
Por supuesto, también cuenta la repercusión e impacto del grupo en su momento, el creciente nivel de éxito y fervor de los seguidores y las acaloradas controversias que generaban, tanto en la prensa como entre reaccionarias asociaciones de ciudadanos. No solo por las portadas –ese primer single de “Hand In Glove” con un atractivo modelo masculino mostrando el desnudo trasero–, las letras –¿hace falta traducir “The Queen Is Dead”?– o las declaraciones del bocazas por excelencia del pop británico: comparado con Morrissey, Liam Gallagher es un reservado fraile de clausura. Y muestra en perspectiva que los airados ofendidos y los intentos de cancelación no surgieron con las redes sociales.
En suma, el reputado periodista consigue algo muy complejo: no deja de hablar con fervor de pop bien transmitido –¿alguien adivina cuál fue el primer concierto al que asistió el afortunado Goddard con tan solo 13 años? Sí, para odiarlo de envidia– y al mismo tiempo cuenta la historia de una amistad cimentada en el amor por la música y la ambición común de llegar a ser alguien en las habitaciones de entregados fans. Una admiración mutua que el vértigo de una carrera lanzada a toda velocidad y el lado farragoso del negocio –unido al orgullo personal, la incomprensión y los celos– se llevaron por delante. No así su legado. Emociona volver a sus canciones al mismo tiempo que se lee sobre ellas. Escuchar en plena lectura el verso de “Rubber Ring” que da título al libro –“But don’t forget the songs that made you smile and the songs that made you cry”– casi consigue lo segundo en este lector curado de espantos. ∎