Vista general de la exposición. Foto: Alice Brazzit
Vista general de la exposición. Foto: Alice Brazzit

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“Suburbia”: la pesadilla residencial del sueño americano

El Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB) rastrea en una ambiciosa y completa exposición los orígenes del suburbio estadounidense y sus incontables ramificaciones sociales y culturales a la hora de erigirse en pieza central del american way of life. O, como cantan Pet Shop Boys, Suburbia, where the suburbs met utopia”.

Al entrar, una estructura de madera sobre plano que reproduce una casa tipo, con su garaje, su jardín y, con un poco de suerte, también su piscina. Al salir, las inquietantes fotografías de Gregory Crewdson, pesadillas suburbanas escenificadas hasta el último detalle y protagonizadas por ilustres insomnes como Philip Seymour Hoffman, Julianne Moore, Tilda Swinton y Gwyneth Paltrow. Y entremedias, todo “Suburbia”. Una imagen mental, un paisaje mutante. Una canción de Pet Shop Boys y una fabulosa exposición que, en cartel hasta el próximo 8 de septiembre, rastrea la metamorfosis del sueño americano y explora en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB) la evolución cultural y social de ese edén de cartón-piedra hecho de casas idénticas, parcelas ajardinadas y cortacéspedes de penúltima generación.

“La RAE identifica el suburbio como zona deprimida, pero para ellos es el paraíso”, sentencia Philipp Engel, comisario de la exposición. “El sueño americano es poderoso y no ha perdido ni un ápice de su atractivo, y menos después de la pandemia”, leemos en una de las cartelas. A ello vamos, pues. Por delante, un laberinto de fotografías, planos de época, asombrosas miniaturas, electrodomésticos vintage, litografías de Norman Rockwell y libidinosas novelas pulp con intercambios de parejas y promiscuidad a gogó.

Norman Rockwell: “New Kids In The Neighborhood” (1967; litografía). Norman Rockwell Museum Collection.
Norman Rockwell: “New Kids In The Neighborhood” (1967; litografía). Norman Rockwell Museum Collection.
“Los suburbios son un espacio tan físico como mental, ambivalente, utópico y distópico, y tienen implicaciones políticas, culturales, económicas y raciales. Son un espejo que nos permite pensar en la ciudad que tenemos y la ciudad que queremos”, detalló la directora del CCCB, Judit Carrera, durante la presentación de una exposición que ahonda en el suburbio estadounidense como espejo de la clase media, cárcel en la que languidecían las amas de casa del baby boom y pieza central en la construcción del imaginario cultural del último siglo. Porque “Suburbia”, vemos y leemos, es “El nadador” (1964) de John Cheever y el Frank Bascombe de Richard Ford. “El Príncipe de Bel-Air” (Andy Borowitz y Susan Boerowitz, 1990-1996), “Los problemas crecen” (Neal Marlens, 1985-1992) y Betty Draper disparando a las palomas de su vecino con un cigarro ladeado entre los labios. Es, en fin, A. M. Homes metiendo el dedo en la herida purulenta del american way of life y Todd Solondz cartografiando la gangrena moral que anida tras el combo casa-coche-mascota. “Quizá sea esa la mayor de las paradojas, que un espacio aparentemente tan acultural como Suburbia haya producido una subcultura tan extremadamente rica”, apunta Engel.

Mural de anuncios publicitarios de electrodomésticos publicados en diferentes revistas norteamericanas, años 1947-1962.
Mural de anuncios publicitarios de electrodomésticos publicados en diferentes revistas norteamericanas, años 1947-1962.

Burguesía y contaminación

En el CCCB, esta forja del sueño americano a través de la erupción masiva de barrios residenciales se explica primero desde un punto de vista histórico, con el tren y el coche privado alejando a la burguesía del bullicio insalubre de las ciudades y transformando el campo en santuario familiar y codiciado objeto de deseo. Así, lo que empezó como una tímida “privatización de la naturaleza” dio paso a mediados del siglo XIX a las primeras comunidades cerradas (Riverside, en Illinois; Tuxedo Park, en Nueva York) y, ya a principios del siglo XX, a las casas prefabricadas y el culto al césped y la gasolina como carburantes emocionales de una sociedad en brutal expansión horizontal.

“Un país de propietarios, de personas que poseen una participación real en su propia tierra, es inconquistable”, aseguró en 1942 el presidente Roosevelt. Y si algo trajo el final de la Segunda Guerra Mundial fue un alud de jóvenes soldados que necesitaban un lugar en el que echar raíces, prosperar y procrear; héroes nacionales que suspiraban por esa “participación real” en la tierra prometida. Ahí nació, en cierto modo, la Suburbia que el cine y la literatura han convertido en animal mitológico, con las promociones masivas, el bum de las sitcoms y el racismo como implacable muro de contención. “We want white tenants in our white community”, leemos en una fotografía de Walter P. Reuther tomada en 1942 en un suburbio de Detroit. A su lado, la historia de Shing Sheng, un contable chino que quiso someterse a una votación para que sus vecinos decidieran si él y su familia podían quedarse en la casa que acaban de comprar y, claro, perdió: 28 votos a favor y 178 en contra. No era nada personal, decían; simple lógica capitalista: la llegada de otros colores de piel al barrio devaluaba sus propiedades. Así de simple. “Suburbia se fundó sobre la base de un excluyente sentido de la exclusividad que sigue vivo. El racismo es solo su cara más visible”, constata Engel en el catálogo de la exposición.

Alberto Ortega: “Annunciation” (2023; óleo sobre panel de aluminio). Cortesía del artista.
Alberto Ortega: “Annunciation” (2023; óleo sobre panel de aluminio). Cortesía del artista.

A la vuelta de la esquina, era de esperar, la pesadilla residencial: el gótico suburbano, el miedo a todo lo que estuviese al otro lado de la valla y los refugios nucleares do it yourself. Turbadores óleos de escenas nocturnas del sevillano Alberto Ortega, sesiones de fotos en la casa intacta de una persona fallecida y vecinos armados hasta los dientes en una escalofriante e involuntariamente cómica serie del fotógrafo italiano Gabriele Galimberti.

Es lo que la exposición bautiza como “disturbia”, negativo y tramoya de un modo de vida cuya onda expansiva llegó a España y Cataluña ya fuese con “la caseta i l’hortet”, la fiebre del adosado o las comunidades de vecinos alentando la paranoia grupal en las urbanizaciones bunkerizadas. Puro efecto espejo e influencia global de un modo de vida que queda perfectamente encapsulado y retratado en una exposición que, puestos a pedir, quizá podría haber prestado algo de atención a la relación entre Suburbia y culturas punk y rock de las últimas décadas. Porque, ya lo cantaba Arcade Fire: “In the suburbs / I learned to drive / And you told me we’d never survive”. ∎

Gabriele Galimberti: “Joel, Lynne, Paige and Joshua (44, 43, 5 and 11 years old)”. Central Texas (2021). Cortesía del artista.
Gabriele Galimberti: “Joel, Lynne, Paige and Joshua (44, 43, 5 and 11 years old)”. Central Texas (2021). Cortesía del artista.
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