Cómic

Sylvie Rancourt

Melody. Diario de una stripperAutsaider, 2022

Una de las citas más famosas de Andy Warhol decía que en el futuro todo el mundo sería famoso durante 15 minutos. Si ese futuro (o, al menos, su futuro) es nuestra actualidad, Warhol vuelve a tener razón: el siglo XXI y la revolución digital han hecho posible una enorme democratización y capilaridad de la fama y, de paso, que más y más individuos se perciban a ellos mismos como una marca que hay que llevar al éxito. Otra cita menos conocida del genio del pop art y las sopas Campbell afirma que no hay que pensar en hacer arte: simplemente, hay que hacerlo. No hay indicios de que esa reflexión animase a Sylvie Rancourt (Quebec, 1959) a trabajar de stripper en la Montreal de principios de los 80, sin ninguna experiencia previa. Sí es evidente que su espíritu está presente en la decisión de Rancourt de dibujar cómics con sus vivencias y venderlas en formato fanzine a los clientes que la veían bailar.

“Melody. Diario de una stripper” (1985-1986; Autsaider, 2022) recopila ahora esas andanzas y hace que estén disponibles por primera vez en castellano. Las historietas de Rancourt resultan, con ojos de hoy, poderosamente atávicas. Algunas de sus cualidades, como su nada disimulada espontaneidad y su abierta ingenuidad, son cotizadas armas correspondientes a tiempos más sencillos. En el prólogo de este volumen, en un gesto que lo honra, un inspirado Chris Ware glosa las virtudes de un cómic que es el exacto opuesto de aquello que ha convertido en la figura destacada que es al autor de “Fabricar historias” (2018). Porque lo que trabajaba Sylvie Rancourt es una especie de primitivismo tan tosco como efectivo. La canadiense destiló por pura intuición un estilo iconográfico en el que todo lo que debería fallar (bidimensionalidad, trazo infantil, perspectivas fallidas) funciona.

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El debut de Rancourt, que la convirtió en pionera del tebeo autobiográfico norteamericano, es una composición de verso libre llena de gandules, sordidez, drogas pochas y situaciones delirantes. La autora transita a través de todo ello sin un ápice de moralina ni juicio, en un ejercicio de sinceridad que no reflexiona sobre nada ni busca que el lector lo haga.

“Melody” es un cómic venido de una época muy diferente a la que vivimos, cuyo gran valor es mostrar una pureza de intenciones y ejecución a las que ya no estamos acostumbrados. Y esto, a la vez, nos sirve para entender más y mejor un territorio que creíamos totalmente explorado en el que conviven Julie Doucet, Chester Brown, Joe Matt o Hartley Lin. ∎

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