Cómics

Tom King / Elsa Charretier / Matt Hollingsworth

Amor eterno. Vol. 1 / Amor eterno. Vol. 2ECC, 2024

Nadie podía imaginar que el estadounidense Tom King (1978), exoficial de operaciones antiterroristas de la CIA pasado a la escritura de cómics, con “Omega Men” (DC, 2015-2016; ECC, 2019), “Rorschach” (DC, 2020-2021; ECC, 2023) –según el icónico personaje de “Watchmen”– y guiones para varias series de Batman como tarjeta de presentación, se dedicaría un buen día a deconstruir en toda regla los cómics románticos. Estamos ante una de las tradiciones más populares en el mundo tebeístico estadounidense, que tuvo su origen en 1947 con los comic books de Joe Simon y Jack Kirby y su cenit en “The Heart Of Juliet Jones” (“Julieta Jones”), estilizada obra melodramática para las tiras de prensa dibujada por Stan Drake desde 1953 hasta finales de los ochenta.

Con la complicidad del no menos estilizado trazo de Elsa Charretier (1989) –“Noviembre” (Image, 2019-2021; ECC, 2021), con guion de Matt Fraction–, dibujante francesa deudora de Tim Sale, Darwin Cooke y de los cartoonists, King efectúa en “Amor eterno. Vol. 1” (Image, 2022; ECC, 2024; traducción de Guillermo Ruiz Carreras) un giro brusco a los estereotipos románticos y los roles de género habituales en este tipo de relatos. Salvando todas las distancias posibles, su trabajo podría compararse con lo que hizo Douglas Sirk en el melodrama hollywoodiense de los cincuenta.

Para ello se ha sacado de la manga un personaje-cliché, Joan Peterson, una joven morena que busca el amor y, con él, el matrimonio, los hijos, el confort y la estabilidad social. A medida que van avanzando las historias, Joan entra en conflicto. Son dilemas también clásicos: quedarse con su prometido, con la seguridad que este le ofrece, o irse con el hombre del que está verdaderamente enamorada. Hasta aquí, una reedición del temario romántico clásico, con un sencillo y evocador estilo visual de Charretier iluminado por el sugerente color de Matt Hollingsworth.

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Pero los autores disponen su campo de minas. En la primera historia de ocho planchas de las tres que componen el primer número –este volumen recopila los cinco números iniciales de la serie; en Estados Unidos ya se han publicado quince–, Joan se convierte en secretaria del novio de su mejor amiga y, lógicamente, queda prendada de él. En la segunda no hay aparente continuidad, ya que Joan es la misma pero en otro contexto: se enamora de un beatnik y recibe la desaprobación de su padre, aunque este acepta al muchacho cuando descubre que es hijo de un socio de su bufete. Convenciones sociales, como en los filmes de Sirk. Después de besar por vez primera a Kit, el beatnik en cuestión, Joan piensa que los labios de este son distintos de los de George. “Espera. ¿Quién es George? Yo nunca he besado a George”, comenta en voz alta la joven, y cuando el revisor del tren le pide su billete, ella le grita: “¡No estoy enamorada de George! ¡No sé quién es #%#@ George!”.

La ruptura es evidente, aunque los autores de “Amor eterno” se toman su tiempo para desvelar cómo ese amor, esos amores, dejan de ser eternos. En la tercera historia de este primer número, el escenario es el de un wéstern y aparece el que será personaje medular, un cowboy que enmascara su rostro con un pañuelo bordado y que rige los múltiples destinos de Joan. En el relato en tres partes titulado “¡A la caza del amor!”, King acude a la imaginería más clásica con la relación imposible entre Joan, ahora hija de la institutriz de una familia de la alta burguesía inglesa del siglo XIX, y el hijo del señor de la casa. El relato evoluciona serpenteante, extraño, violento, y concluye con unas viñetas de la pareja abrazada y ensangrentada que remiten al desenlace en clave amour fou de “Duelo al sol” (1946), el wéstern autodestructivo, sexual y barroco de King Vidor. Y entonces empiezan los experimentos y “Amor eterno” da sugerentes vuelcos.

En la siguiente historia, “¡Demasiado tarde para el amor!”, Joan conoce a una madura bibliotecaria y el punto de vista pasa a esta cuando le cuenta su propia experiencia, otro amor escindido entre mundos, el de la amante de los libros y los mapas y el apuesto quarterback del equipo de fútbol americano escolar, con el añadido, para incrementar los tópicos, de la chica más popular del instituto y líder de las animadoras. La bibliotecaria, que también se llama Joan, se revuelve contra las convenciones: “Yo anhelaba algo más que la vida humilde y sedada que me ofrecía”, reflexiona. Y para entonces, Joan, nuestra Joan, entiende que, además de sufrida heroína romántica, está atrapada en un compendio de relatos simétricos a través del tiempo y el espacio, víctima de un bucle cruel: cada vez que sus amoríos están a punto de culminar, en positivo o negativo, Joan es trasladada a otro mundo. Cada romance es agónico, pues perviven en mayor o menor grado ecos difusos o recuerdos materiales del anterior.

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“Amor eterno” funde entonces el género romántico y el fantástico. Las últimas páginas de este primer volumen dejan claro lo que vendrá después con la entrevista a una autora de superventas de autoayuda que recomienda lo que hay que hacer o no en una cita: se trata de un enorme rompecabezas entre tiempos, realidades, situaciones y tonos –años sesenta, pop, decimonónico, wéstern, melodrama– en el que cada pieza irá encajando con precisión. Y todo esto sin dejar nunca de lado las convenciones, tópicos y lugares comunes de las historia románticas, ya sea en formato novela, película, cómic o fotonovela. Una deconstrucción a la que aún le esperan capítulos intensos y extremos.

El volumen 2 (Image, 2023; ECC, 2024), con los números del seis al diez, varía de estructura, ya que contiene un único arco argumental titulado “Demasiado moderna para el amor”. En un encuentro entre Joan y el cowboy, emanación del subconsciente de la protagonista en los límites de la locura –o en los límites de la realidad, ya que la obra de King y Charretier tiene algo de la famosa serie televisiva de Rod Serling (“The Twilight Zone”, 1959-1964)–, ella le dice: “Diablos, ¿cuánto tiempo llevamos con esto?”. Pero el tiempo no existe. Como si se tratara de una película-río, la historia empieza con el encuentro entre los jóvenes Joan y Don, un abogado de éxito cuyos rasgos recuerdan a los de Clark Kent, el Superman terrenal, y sigue con el noviazgo, boda, nacimiento de dos hijos, ingreso de ella en un psiquiátrico, rencuentro, muerte del marido –en uno de los momentos más bellos del cómic, con una elegante transición del cuerpo sin vida en una cama de hospital del esposo a una plancha entera de ella vestida de luto, sentada en una cama, sola, como la mujer de un lienzo de Edward Hopper–, boda de uno de los hijos, nacimiento de los nietos y entrada en una residencia de ancianos. Toda una vida… solo que la acción de este arco argumental siempre transcurre en el mismo año, 1963. Joan, además, lee novelas cuyas tramas son las historias desarrolladas en el anterior volumen. El último episodio de esta segunda entrega abre otra puerta y genera una expectativa más violenta. “Amor eterno” es una deconstrucción en toda regla de un género popular a la que aún le esperan capítulos intensos y extremos. ∎

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