Libro

Albert Serra

Un brindis por San MartirianoH&O, 2023
Para quienes a veces nos quedamos indiferentes o desafectos a sus películas, pero nunca ante sus declaraciones y opiniones, siempre atractivas o chocantes, este “Un brindis por San Martiriano” (“Un brindis per Sant Martirià”, 2023), librito peculiar y sustancioso, nos ofrece la mejor versión del cineasta (¿provocador?) de Banyoles. La dedicatoria dice: A todos aquellos, de Banyoles o no, que se han cruzado en mi camino artístico y han entendido lo que he querido hacer. Pero para quienes no entienden muy bien, o no siempre, lo que hace artísticamente, sigue siendo muy atractivo lo que Albert Serra (Banyoles, 1975) cuenta, y proclama, en este texto que es la traslación del pregón de las fiestas de su pueblo que hizo cuando fue invitado a ello.

Un pregón insólito, claro: cualquiera diría al leerlo que esa es una situación fantasiosa como excusa original para hablar de sí mismo y de su obra, todo bien pensado y muy bien articulado, pero se asegura en la contraportada que este es el discurso que Serra improvisó como pregonero de las fiestas de San Martiriano. Y el cineasta conserva la forma de dirigirse al pueblo con el gozo del comienzo de las fiestas y el orgullo de pertenencia a una pequeña comunidad con la que verse las caras y tratarse de un modo cercano, frente a la urbe que Serra rechaza después de haberla probado, y a pesar de haberse hecho notablemente internacional con el tiempo y con su obra.

Reivindica así, en primer lugar, lo lúdico, no solo en la celebración comunitaria, sino en su propio trabajo. Asegura que todas sus películas están animadas por el puro disfrute de hacerlas, por el gozo del proceso en todas sus fases, ya sea “Honor de cavalleria” (2006), “La mort de Louis XIV” (2016) o “Liberté” (2019). El otro concepto básico de este discurso lleno de reflexiones certeras o al menos curiosas, infrecuentes o luminosas, es la misma Banyoles como tierra particular, y sus gentes, relacionado con el de la fiesta y lo lúdico, porque allí aprendió que “si las cosas no se hacían para divertirse, si no había ese ingrediente de fiesta y fraternidad, nada tenía ningún sentido”.

La enorme influencia de la literatura en su obra artística, los escritores que más ha leído y le han marcado, los viajes que ha hecho a su pesar (os lo podéis ahorrar, no lo hagáis, no hace falta que vayáis a ninguna parte, porque la experiencia que se deriva de ello no justifica ni el esfuerzo, ni el tiempo perdido, ni el dinero derrochado), los ocho años que pasó en la Universidad en Barcelona, cursando dos carreras, viendo a la misma gente que veía en Banyoles y evitando los incesantes estímulos de la gran ciudad, puntean el aparentemente errático pero bien armado discurso. Llevaba la misma vida allí que aquí y me parece algo curioso que después de tantos años no trabara amistad con nadie, no conozco ningún caso parecido. Ah, el ego… Todo está trufado de autoalabanzas, pero con esa sinceridad altisonante y, por ello mismo irrefutable, tan típica de un Serra que considera francamente geniales muchas de las ideas que se le ocurren o las soluciones que trama para sacar adelante sus películas o mantener una forma de relación insólita en el trabajo con los (no) actores con los que ha contado.

Al ser su voz trasladada al papel, Serra sigue manteniendo su capacidad de seducción intacta, para convencer, contrariar o alentar al lector, sobre su propia trayectoria artística y vital, pero permeable para los demás. El cineasta dinamita las barreras entre la boutade y la declaración sensata y hasta emocionada, y con esa actitud displicente desliza grandes cantidades de humor, perspicacia y ese autobombo que acaba teniendo su encanto, por su convicción aplastante. Y este preludio a las fiestas acaba siendo una gozosa aproximación al cine y la vida desde un punto de vista tan particular como su tierra, y con ese continuo combate a los tópicos de la cinefilia que le es natural.

El pregón se completa con un bonito texto de homenaje a la librería Laie, y una autoentrevista que comienza así: 

-Albert, ¿qué tal estás?
-Inmejorable, como siempre. ∎

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