Libro

W. G. Sebald

AusterlitzAnagrama, 2002
Crepuscular y melancólico, Winfried Georg Maximilian Sebald (1944-2001) consiguió con “Austerlitz” una de sus mayores proezas narrativas, la historia de un hombre sin pasado que simboliza la memoria histórica de Europa. Ferran Llauradó escribió sobre nuestro mejor libro de la temporada 2002.

La muerte prosaica y absurda de W. G. Sebald el 17 de diciembre de 2001 –se lo llevó un accidente de tráfico– no hizo más que ilustrar el pensamiento que subyace en su escritura: la idea de que bajo la fina tela que separa nuestra vida cotidiana (nuestro ser en el mundo) de la realidad profunda se esconde un terreno pantanoso y movedizo donde el horror, la aleatoriedad y, obviamente, la muerte se nos muestran con claridad cegadora como los verdaderos motores de la vida. Su empeño no solo estuvo en describir la pulsión negativa del ser humano, sino en narrar la zozobra, la bilis negra y el desarraigo de quien anda (o mejor dicho, vaga) con los ojos destapados. La voz de “Austerlitz”, como la del resto de su obra, es la de un espectro crepuscular y melancólico, un ser desamparado que, a través de las epifanías, las premoniciones y la observación mágica de su entorno –nunca del amor, atención– busca reconstruir su pasado. Jacques Austerlitz, arrancado de Praga a los 5 años, es una víctima más del nazismo obligada a rencontrarse a sí misma.

“Austerlitz” constituye el último y más brillante eslabón de su narrativa a la deriva, guiada tan solo por la razón meditabunda y el anclaje emocional de las fotografías en blanco y negro (que logran expresar lo que ni la frase más explícita podría) y dotada, en esta ocasión, de un nivel de concreción y depuración formal insólito. El estilo de Sebald –su magistral uso de las comas– es tan musical, hipnótico y envolvente que, sin comerlo ni beberlo, puedes llegar a leer sin leer páginas y páginas, para despertar luego en un punto muy lejano, sin saber qué ha ocurrido. Aun así, por primera vez Sebald consiguió expresar la ensoñación sin perder un ápice de tensión narrativa, convirtiendo la transmisión de la palabra de Austerlitz en un tour de force literario plagado de reflexiones arquitectónicas, cavilaciones psicogeográficas (¿por qué nadie lo ha relacionado con el situacionismo?) y evocación histórica.

Aunque publicada originalmente en 2001, “Austerlitz” puede considerarse la última gran novela del siglo XX, quizá una de las mayores muestras de literatura finisecular que ha dado la humanidad. Parece que, por fin, alguien consiguió armonizar la libertad posmoderna con la verdad y el humanismo, superando de una vez por todas el “agotamiento” que nos diagnosticó John Barth y preparando el futuro. Alguien deberá contar su historia, la historia de W. G. Sebald. ∎

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