La directora Sadie Frost besa a la icónica modelo histórica Twiggy.
La directora Sadie Frost besa a la icónica modelo histórica Twiggy.

Moda

Y Twiggy refrescó a la mujer

Con motivo del estreno del documental “Twiggy”, dirigido por Sadie Frost y estrenado en la pasada edición del festival de cine documental de moda Moritz Feed Dog, Rockdelux charla con la modelo londinense y con la directora de la cinta horas antes de su estreno en Barcelona.

Tras las pestañas y los flashes siempre estaba la chica de sonrisa fresca y risa enérgica. Bajo ese encantador y escueto corte de pelo reposaba –con plácida picardía– la mirada que redefinió, espontáneamente, el canon de belleza de la década de los sesenta, la corporalidad femenina, el atuendo de la juventud haciendo que las señoras volvieran a ser mujeres.

Twiggy nació para cambiarlo todo sin plantearse nada. Por eso, ser única en su especie la convirtió en la primera supermodelo de la historia contemporánea y en 1966 fue elegida “el rostro del año” según la periodista Deirdre McSharry del periódico ‘Daily Express’. El apodo que la elevó a la categoría de superestrella se lo puso un amigo de la infancia y fue el gancho publicitario perfecto para popularizar que la nueva realidad albergaba cuerpos femeninos sin pechos picudos ni cinturas de avispa cinceladas con corsé. O que las mujeres de la época podían pensar más allá de la cocina y de los parques infantiles. Y mejor: podían convertirse en empresarias y ser eso que Cher recitaba: “Mom I am a rich man”. Hechos que la directora y actriz Sadie Frost ha querido narrar en “Twiggy” (2024), el documental sobre la icónica modelo que se estrenó en España el pasado 18 de marzo, en el festival de cine documental sobre moda Moritz Feed Dog. Apenas unas horas antes del estreno, Rockdelux se sentó a charlar con ambas en un céntrico hotel de Barcelona.

Twiggy en la portada del álbum “Pin Ups” (1973), de David Bowie. La foto es Justin de Villeneuve, novio y mánager de Twiggy entre 1966 y 1973.
Twiggy en la portada del álbum “Pin Ups” (1973), de David Bowie. La foto es Justin de Villeneuve, novio y mánager de Twiggy entre 1966 y 1973.

A una gran estrella se la puede reconocer por varios aspectos, pero hay algunos detalles que las delatan en los períodos de promoción con la prensa. Por un lado, espetar unas cuantas seudoconfesiones a los periodistas una vez que la grabadora se apaga. Twiggy nos confesó a todas “lo mucho que le gusta el flamenco”, pero solo a unas pocas les alabó el atuendo; y sabemos, por sus propias palabras, que las blazers cruzadas le encantan.

Las estrellas, cuando hablan, sonríen con la mirada e iluminan la habitación a pesar de los rayos y centellas que se están desarrollando en el exterior. Y sí, Leslie Hornby –nombre real de la modelo nacida en Londres en 1949– tiene este superpoder. La charla con ambas transcurre en la primera planta de un céntrico hotel de Barcelona; en una zona que hace las veces de biblioteca, de área de lectura y de trabajo. En una de las mesas, Twiggy y Sadie Frost aguardan a la prensa en tríadas, y hay que reconocer que cuando cada una de las partes pregunta a las protagonistas, estas escuchan atentamente como si fuera la primera vez que oyen la pregunta. Miran a los ojos como si no hubiera nada más importante en el mundo aunque se vuelva a mencionar, por enésima vez, los desinhibidos, necesarios, progresistas y creativos años del swinging sixties en Londres, o se incida en el machismo reflejado en el audiovisual en la época, o se comente lo pelmazo y extralimitado que se muestra –una vez más– un joven y despeluchado Woody Allen.

Tráiler de “Twiggy”, el documental de Sadie Frost.

La mujer tras el personaje

Entre tanto ruido, fotógrafos, estilistas y anunciantes, surge la pregunta de si Twiggy, al final del día, reconocía a la mujer tras la modelo. A lo que ella responde divertida y riendo: “Nunca me lo había planteado así. Me dejé llevar, tenía 16 años y eran los sesenta: ¡la década en la que los jóvenes comenzaron a tener voz!”. Y prosigue: “Cuando yo nací todavía mi madre y mis hermanas compraban con cartilla de racionamiento. No sé cómo sería en España, pero en Inglaterra la posguerra fue dura para los jóvenes hasta que, por fin, la década de los sesenta comenzó a abrirse paso”, concluye.

Frost, que también procede de la clase trabajadora inglesa, asiente y añade: “Revisando el archivo hay momentos en los que se ve solo a Twiggy, a la modelo, y otros, a la chica de 16 años. Ella construyó ese personaje, seguramente, para salvaguardar a la persona”, dice mientras mira a la maniquí, que asiente en silencio mientras esboza una sonrisa de medio lado.

En esta mañana pasada por agua, protagonista y directora piden un té english breakfast y el aroma que desprende la infusión –sumado al acento británico de ambas– realmente hace confundir, por momentos, cuál es la localización de esta entrevista presencial. Tener a Twiggy y a Frost delante es estar en presencia de la sororidad y de la complicidad entre profesionales que tienen muchas horas de vuelo a sus espaldas en la misma industria. La modelo, que es la pequeña de tres hermanas, se relacionó con el mundo haciendo oídos sordos a los despiadados comentarios sobre su figura, su peso, su alimentación y su vocación de esposa y madre en diferentes programas de televisión y en la prensa.

A su lado, mientras esto sucedía durante la segunda mitad de la década de los sesenta, estaba su novio. Un novio, Justin de Villeneuve, que se convirtió en su mánager; ella fue la primera modelo en introducir esta figura ejecutiva para cerrar contratos y acompañarla a las sesiones de fotos y grabación de anuncios.

Mientras la modelo ganaba notoriedad y seguridad en el ámbito público, a él no le quedó más remedio que asumir que la relación personal y profesional se estaba agotando. Twiggy aspiraba a la grandeza de manera natural; él, sin embargo, tan solo buscaba reconocimiento. Por eso, antes de más decadencia, la pareja se rompió. Un hecho que sitúa a la maniquí como una de las primeras novias a la fuga de esta industria del entretenimiento y la moda, ya que decidió no seguir la hoja de ruta que abocaba a las mujeres jóvenes a casarse y formar una familia.

Twiggy en dos imágenes del documental.
Twiggy en dos imágenes del documental.

Una parada técnica antes de seguir en el ojo del huracán

Después de que su primera y larga relación concluyera, se tomó un respiro. Volvió al mundo del espectáculo a los 22 años y decidió marcharse a hacer las Américas. Allí comenzó un nuevo capítulo en Los Ángeles entre platós de televisión de grandes estrellas como Johnny Carson o Sonny & Cher, pero también conduciendo su propio programa, en el que cada semana tenía invitados archiconocidos.

Con 30 años, la multidisciplinar Twiggy ya sabía lo que valía un peine; había aprendido a nadar entre tiburones y podía desarrollar con maestría sus roles de modelo, bailarina, actriz, cantante, diseñadora, presentadora y madre. Tuvo a su única hija, Carly, con el también actor Michael Witney. Pero con quien de verdad ha construido la institución de la pareja es con el actor y guionista inglés Leigh Lawson: su compañero desde 1988.

Además de haber hecho televisión, en 1971 Twiggy se alzó con dos Globos de Oro por su trabajo en la película de Ken Russell “El novio” y, en 1983, protagonizó el musical “My One And Only”, montaje que le valió una nominación a los premios Tony.

Twiggy, protagonista en “El novio” (1971), filme musical de Ken Russell.

A propósito de Frost

Por su parte, Frost se está consolidando como una documentalista sin nostalgia; algo que se agradece porque alimenta la mirada del público con la historia en sí, sin caer en un relato dulce y melancólico. Antes de “Twiggy” –un documental con una inequívoca voluntad de carta de amor a la mujer y a su capacidad para reventar los sucesivos techos de cristal– vino la película sobre Mary Quant, “Quant” (2021), que también se pudo ver en Moritz Feed Dog en 2022. Y su próximo proyecto también será muy sixties.

Casualmente, Iris Law, la hija de Sadie Frost –fruto de su relación con el actor Jude Law, con quien tiene otros dos hijos–, es modelo y encarna al tipo de maniquí en la actualidad que ya fue Twiggy: una con personalidad. Twiggy confiesa que “ama” a Iris: “La conocí cuando era pequeña y nos rencontramos en Cannes. Ella es una persona muy interesante y creo que entre las dos hay similitudes. Desde nuestro físico a la manera tan particular de vestir”, dice sonriente.

Volviendo al documental, huelga decir que se agradece un punto de vista luminoso y desenfadado de la moda y de la década porque, efectivamente, lo fue. Twiggy es alguien que se tomaba lo suficientemente en serio como para saber reírse de sí misma. Ha conseguido encarnar, espontáneamente, un modelo de empoderamiento sin confrontación y sin enfado; un feminismo que no está alerta porque, literalmente, con su mirada y sus silencios era capaz de desmontar los chascarrillos más baratos de ese ramillete de señores con traje de solapa ancha, patilla generosa y bigote frondoso ante los que le tocaba responder cuestionarios sonrojantes.

Twiggy, que desde 2019 es Dama de la Orden del Imperio Británico, también ha sido jurado del reality estadounidense ‘America’s Next Top Model’ y tiene su propia línea de moda bajo el paraguas de los grandes almacenes Marks & Spencer. Sobre sus proyectos de futuro, tan solo desvela que los últimos planos del documental aventuran que su siguiente paso será un disco del que prefiere no hablar demasiado. Y ante una nueva pregunta sobre ello, se apresura a decir: “En este negocio nuestro ya se sabe que hasta que algo no sucede, es mejor no hablar mucho de ello”. ∎

Etiquetas
Compartir

Contenidos relacionados