Libro
Zuza Homem de Mello
Alrededor de la figura de João Gilberto (1931-2019) se ha construido un mito que su biógrafo –el periodista, productor musical y director artístico José Eduardo Zuza Homem de Mello– ensalzó con la misma intensidad con la que afirmó no entender el origen de diferentes rasgos de la personalidad del músico de Juazeiro, Bahía, en el nordeste de Brasil, donde Gilberto nació. Dotadísimo para unos y desmesurado para otros, tocó el cielo con su talento. Además, enamoró a otro inmenso país, Estados Unidos, con un repertorio de canciones memorables, expresadas en un idioma desconocido para aquella audiencia, el portugués, con el genuino acento de uno de los rincones más musicales del planeta, como es Bahía.
Biógrafo y músico siempre mantuvieron una relación cordial. El relato de Homem de Mello (1933-2020) deja un rastro apesadumbrado del concertista, en permanente conflicto interior. La narración dibuja un ser hermético, extravagante y perfeccionista hasta la exasperación. Esta forma de ser también afectó a su vida sentimental, tan errática como lesiva. E igual le pasó con sus finanzas. Tuvo que litigar durante años contra su editora discográfica para obtener el pago de las regalías que generaban sus discos. Tal vez por ello apenas grabó una docena de álbumes de estudio a lo largo de cuatro décadas.
Como en otros ámbitos, la dualidad alimenta el imaginario. Y más en las artes escénicas. Si se admite que el compositor y pianista Antônio Carlos Jobim estableció las bases de la bossa nova, João Gilberto las reimaginó. Homem de Mello fue partidario de esta idea, incluso aventuró que el cantautor es quien definió el género. El guitarrista construyó su prestigio con sus primeros tres álbumes –“Chega de saudade” (1959), “O amor, o sorriso e a flor” (1960) y “João Gilberto” (1961)– en los que democratizó el protagonismo de la voz y la guitarra al contar con un segundo micrófono en sus actuaciones, dirigido al instrumento, con el fin de resaltar la “batida” de la guitarra sincopada.
La mezcolanza de samba y jazz tiene una previa en dos músicos estadounidenses, que empezaban a destacar en un estilo desconocido fuera del gigante sudamericano. El guitarrista Charlie Byrd –que había descubierto el nuevo sonido durante su estancia en Brasil– y el saxofonista Stan Getz grabaron “Jazz Samba” (1962), que contiene los clásicos de Tom Jobim “Desafinado” y “Samba de uma nota só”. La calidad del álbum catapultó el interés por la samba. Pero el exitazo llegó con “Stan Getz / João Gilberto” (1964), en el que consta el recitado de Astrud Gilberto, su esposa en aquel momento. Los fans acogieron con estrépito a una joven aprendiz de cantante que sí hablaba inglés y que es la voz eterna de esa estrofa “Olha que coisa mais linda, mais cheia de graça / É ela menina que vem que passa”, de “Garota de Ipanema”, con música de Jobim y letra de Vinicius de Moraes. En 1977 publicó “Amoroso”, también grabado en Estados Unidos, en el que aparecen “Bésame mucho”, de Consuelo Velásquez, “‘S Wonderful”, de los hermanos Gershwin, y “Wave”, de Jobim. El autor dejó dicho que “es un disco para ser escuchado con los ojos cerrados o si no mirando al cielo”.
