Álbum

Amaia

Si abro los ojos no es realUniversal, 2025

“Si abro los ojos no es real” hace referencia tanto al miedo como a la fantasía (que, muchas veces, son cosas que van de la mano). El título del tercer disco de Amaia evoca un momento de juventud tardía o de adultez temprana: en definitiva, ese en el que la plasticidad mental comienza a deteriorarse. El álbum se presenta como “un trabajo de fantasía en el que todo es posible”, si bien, en realidad, habla de esos mundos mágicos que empiezan a estrecharse con la muerte de la niñez (un ambiente ficticio que, si abres los ojos, se desmorona). Sin embargo, no hay mal que por bien no venga, pues también es la solución cuando los monstruos y otro tipo de ansiedades acechan. Quien se despierta de una pesadilla siente, en primera instancia, alivio. “Todos vamos a morir y no se puede negociar”, canta Amaia en las primeras estrofas de “Ya está”, canción que pone el broche final a su tercer LP, y en ese momento parece fácil llegar a la conclusión de que la conciencia de la propia muerte se desarrolla a partir de los 25 o 26, cuando aumenta la tasa del abono transporte, acaban los descuentos en determinados museos, la libido comienza a caer y/o los conocidos con mayor capacidad adquisitiva se plantean formalizar su relación. La muerte no parece un suceso real cuando te fumas un cigarro con tu ex en la puerta de un garito en el primer lustro de la veintena (“El encuentro”, su canción más escuchada, es de hace cuatro años), pero ahora cada cigarro es una cuenta atrás hacia otro encuentro, esta vez con la Parca.

Así, el tercer LP de Amaia recoge el conjunto de pensamientos que empiezan a aflorar cuando perecen la imaginación y la infancia. La artista no solo se concibe a sí misma como ser mortal, sino que empieza a ver a su madre como otro ser humano con sus virtudes y sus defectos (“M.A.P.S.”), a cuestionarse la longevidad del amor desde lo saludable (“Tengo un pensamiento”), o a cambiar el paradigma del ocio hacia planes más tranquilos (“Magia en Benidorm”). Le dedica también una canción a su abuela (“Despedida”) y ahonda en su herencia cultural, como si la juventud en descomposición le otorgase la clarividencia necesaria para verse como alguien más ordinario, como todas aquellas mujeres de su genealogía que hace tiempo estuvieron pensando y sintiendo lo mismo que ella. Es su disco más personal hasta la fecha, o simplemente ella se conoce mejor y, por tanto, sabe definirse con más precisión de puertas para fuera: la realidad es que todos sus trabajos están impregnados de una estética naíf e inocente (un “sé perfectamente lo que estoy haciendo, pero pongamos que soy nueva”) que genera una sensación testimonial y autobiográfica que en este, por supuesto, se mantiene.

Sin embargo, y aunque la naturalidad cotidiana en la música de la navarra siempre haya prevalecido como un espejismo, se intensifica en este nuevo trabajo. Claro que Amaia teme a la muerte y se cuestiona (con aceptación) la crianza que recibió de su madre, si bien esos pensamientos pueden ser los mismos que puntualmente también acompañen a AMORE, Mori, Irenegarry, Daniel 2000, Jimena Amarillo, Ralphie Choo o Teo Planell, artistas de su escena y de su quinta que han coproducido (y cocompuesto) “Si abro los ojos no es real”. Dicen de Amaia que es la artista más auténtica que alguna vez ha salido de un talent show y, aunque a estas alturas resulte innecesario hablar de sus logros televisivos más allá de la presentación de “Tengo un pensamiento” en ‘La Revuelta’, siempre resultará curioso que un trabajo con una veintena de colaboradores sea entendido como el culmen de la verosimilitud. Es interesante observar su trayectoria como una que no difiere demasiado de la de sus compañerxs de edición (en el concepto de autoría o dirección artística), y cuya principal diferencia es el camino de la navarra hacia unos sonidos tradicionalmente más respetados para la cultura y el público alternativos (cuyo valor más sagrado es la autenticidad). Pese a todo, el indie también puede ser una tendencia estética en sí misma. Así, el nuevo LP de la de Pamplona resulta por momentos un compendio de versiones de canciones inéditas de otros, sobre todo en lo que respecta al plano melódico. Cuando canta “Y hoy siento que está pasando el día en que me doy cuenta de que me apetece estar toda la vida contigo” (“Tengo un pensamiento”) suena a algo que, con dos violines más, podría estar en el nuevo LP de La Bien Querida. Lo mismo sucede con “Magia en Benidorm” (ese “contra la puerta, nos besamos muy deprisa”, edulcorado con guitarras y una percusión más contundente, estaría en un disco de Alizzz) o el estribillo de “Auxiliar”, que si no fuese una bachata tan acentuada sería parte del nuevo material de Judeline. En el plano instrumental, está el gusto por el romanticismo impresionista de Ralphie Choo en “Visión” o el arpa virtual de Irenegarry en “Ya está”, además de la producción vocal de AMORE en toda la grabación. La mayor parte de las veces, no resulta necesario observar los créditos para saber quién está detrás de cada canción y, aunque las sesiones de composición (universalizadas para cualquier artista) no restan calidad al trabajo (más bien al contrario), el sello de los implicados llega a resultar demasiado reconocible. Los problemas de esta nueva Amaia adulta son tan auténticos como los de cualquiera (¿a quién no le da miedo morirse?), pero esta vez la estética naíf no logra el trampantojo autobiográfico de sus predecesores: Amaia representa a todos los jóvenes de su edad, porque una muestra representativa de ellos ha participado en el trabajo. ∎

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