No, no es un disco de rebajas ni de saldo, a pesar de que una etiqueta bien visible anuncie “37 nuevas canciones. Precio especial”. En un ataque de incontinencia creativa,
Andrés Calamaro se encontró con un centenar de canciones sobre la mesa. Todas aprovechables. La selección ha quedado finalmente en treinta y siete, casi dos horas y media de música en lo que es uno de los discos más ambiciosos, y desde ya una referencia, de los últimos años de rock en castellano.
“Honestidad brutal” toma el testigo del anterior
“Alta suciedad” (1997), un trabajo con mejores intenciones que resultados, y deja que la pasión musical del argentino se derrame sin cortapisas. En un proyecto de estas características los altibajos y tiempos muertos son inevitables, pero de lo que no hay duda es de encontrarse frente a un álbum de nota alta que, partiendo del tópico del manoseado
rock’n’roll way of life, sabe crear canciones vivas y frescas sin quedar atrapadas en el círculo de la caricatura: aquí se revive el pulso de, tres ejemplos al azar, los buenos tiempos de Burning, Loquillo o Los Fabulosos Cadillacs. Calamaro sabe lo que quiere y, lo más importante, sabe cómo explicarlo.
Es este un disco alimentado de mitos e historia, con ventanas abiertas a Bob Dylan, The Rolling Stones, Lou Reed, Bob Marley, Carlos Gardel o James Brown. Aquí hay blues, reggae, funk, ska, tango, dub, rancheras, bossa nova, soul y pop. Pero, ojo, nada que ver con el terrorífico
crossover. Calamaro sencillamente elije el formato que le conviene para vestir sus historias cotidianas con los mejores ropajes. La sencillez es su arma –aunque literariamente a veces esta tropiece en un infantilismo tan encantador como preocupante–, pero, como él mismo apunta en las notas interiores, nunca debe confundirse sencillez con vulgaridad (y con
“Te quiero igual”,
“Victoria y Soledad”,
“Cuando te conocí”,
“Los aviones”,
“Aquellos besos”,
“La parte de adelante” o
“Me pierdo” lo demuestra sobradamente).
“Honestidad brutal” es un disco de y con amigos (Marc Ribot, Moris, Los Auténticos Decadentes, Virgilio Expósito, Andy Chango, Corcobado…), ciudades (Buenos Aires, Madrid, Nueva York, Miami), fútbol (
“Maradona” y
“Hacer el tonto”, esta una ranchera donde el crack hace eso, el tonto), mujeres, cocaína y amor. Un amor que se desparrama en cada nota del álbum y que, cuando llega la despedida con
“La parte de atrás”, precioso
reprise de “La parte de adelante”, sirve para perdonar los vaivenes que uno ha vivido durante tan largo viaje. Andrés Calamaro ha entregado, salvando las distancias (
“la honestidad es una obligación”: él tiene que ser el primero en reconocer que existen), su particular “Blonde On Blonde”, su
“The River”, su “London Calling”. Ignorarlo es alimentar tu ignorancia. ∎