Antònia Font

Joan Miquel Oliver se rebela contra los cánones de la canción y su imperativo de estrofas y estribillos, y en el séptimo disco de estudio de Antònia Font (solo dieciocho meses después de “Lamparetes”, 2011) entrega cuarenta microcomposiciones, la mayoría de una duración situada entre uno y dos minutos. Un movimiento del grupo mallorquín en dirección a la inquietud pop de sus admirados They Might Be Giants o The Residents, cuyo “Commercial Album” (1980) contenía el mismo número de canciones.

Entre ese material, que en primera instancia descoloca al oyente, hay temas con aspecto de haber sido simplemente comprimidos (“Nous partons pour la France”, con guiño al Serge Gainsbourg de “L’hôtel particulier”), pero la mayoría son artefactos liberados de la presión de un estribillo; acuarelas expresionistas en las que casi todo parece posible y que juegan con otros parámetros: exploraciones rítmicas y paisajes melódicos insinuados que se afirman a mitad de su proceso de cocción, privándose del triunfo que supondría un clímax repetido, ingrediente atribuible a toda canción pop de formato ortodoxo.