El gran Archie Shepp (1937) siempre ha acudido a los duetos de saxo y piano a la hora de subrayar la veta más espiritual y reflexiva de su crucial trayectoria. A lo largo de décadas, pianistas de la dimensión de Horace Parlan, Dollar Brand / Abdullah Ibrahim o Mal Waldron han compartido con él emotivas citas discográficas en las que se ha puesto de manifiesto su pasión por el legado tradicional afroamericano, leído desde un prisma deferente y expresivo, siempre lírico y profundo y casi nunca exento de ese gesto político que lo ha acompañado desde sus inicios. Este álbum, publicado en su propio sello Archieball en doble LP, CD y digital, añade otra pieza al formato a través de la combinación de dos conciertos celebrados en el parisino Jazz à la Villette de 2017 y en el Enjoy Jazz Festival 2018 de Mannheim en Alemania.
Shepp conoció a Jason Moran (1975) en 2015 y, sin reparar en las casi cuatro décadas de brecha intergeneracional, el saxofonista no tardó en dar alas a una asociación cuya temática apenas difiere de la de algunos duetos precedentes: de los espirituales “Sometimes I Feel Like A Motherless Child” –en dos tomas, una de apertura más extensa y, en los bonus, otra más condesada de cierre– y “Go Down Moses” a las citas de gigantes como el tándem Ellington & Strayhorn (“Isfahan”, “Lush Life”), Monk (“Round Midnight”) o Coltrane (“Wise One”). La conexión entre tenor y soprano de Shepp y el piano de Moran discurre por una precisa gestión de unas improvisaciones en las que todo parece encontrar su término sin urgencias ni apremios, huyendo de ademanes y modelando la médula de la música.
Pese a su avanzada edad (ya había cumplido los ochenta cuando realizó ambos registros), Shepp mantiene activa una sonoridad que, respaldada por sus sentidas intervenciones vocales, sabe otorgar presencia a un Moran que respeta los galones de su compañero de escenario pero que detecta con agilidad los espacios pertinentes, tanto en acompañamiento armónico como en vertiente solista, para dar testimonio de su considerable pianismo. Todo ello redunda en beneficio de un diálogo donde memoria y presente se funden sin rigideces y que, para los insatisfechos, incluso brinda la oportunidad de expandir la experiencia de la mano de bonus digitales en los que, junto a otros clásicos como “Ain't Misbehavin” o “Jitterbug Waltz”, Shepp tira de archivo y rescata dos añejas composiciones propias –“Ujama” y “Slow Drag”– para ensanchar el rango dinámico de este evocador directo. ∎