Ballaké Sissoko

Estamos acostumbrados a relacionar la kora con la música tradicional de Malí, sin pensar en sus posibilidades operando en otros parámetros. Ballaké Sissoko es un enamorado de su instrumento, al que se le ha quedado pequeña la casilla étnica convencional griot, y en “Djourou” pretende volver a probar nuevas combinaciones más allá de sus ensayos blues –junto a Taj Mahal, nada menos–, brasileños, magrebíes o malgaches que tan buenos resultados le proporcionaron. Aparte de conseguirlos de nuevo –spoiler–, lo que deja claro es la dulzura infinita con la que trata su instrumento, directamente proporcional a la dulzura –parece a veces que suene un arpa– que extrae de él. Jamás antes había escuchado el sonido de la kora tan protegido y sus reverberaciones tan profundas.

Cierto es que el álbum se centra en las colaboraciones, pero sin renunciar del todo a sus ancestros, como demuestran dos instrumentales y un duelo espectacular de kora en “Djourou” con la londinense Sona Jobarteh –al parecer, ambos son primos de Toumani Diabaté: el videoclip de la canción es de una complicidad inaprensible– y una “Guelen” con la voz de Salif Keita. Como si el autor precisase reafirmar el posibilismo de una música universal desde los lazos de sangre de su cultura.

En cuanto a lo atípico, mención especial para el crescendo de la voz de Camille en el último minuto de “Kora”, el discurso –más spoken word que rap– de Oxmo Puccino en “Frotter les mains” y el cierre de “Un vêtement pour la lune” con Feu! Chatterton. Pero, sobre todo, destaca la fantástica combinación de kora con el chelo de Vincent Segal y el clarinete de Patrick Messina en “Jeu sur la symphonie fantastique”. Un juego malabar de pasado, presente, futuro, metrópolis y excolonias a modo de mensaje integrador.

Por encima de la variedad de matices, es un disco para disfrutar de un instrumento articulado para embelesar en cualquier entorno. Se recomienda escucharlo durante una mañana de domingo. Delicia. ∎