Álbum

Biela

Nuevas emocionesLimbo Starr, 2025

Son los noventa, como cantaban El Pardo. Y tanto. Lo siguen siendo. Y quienes montaron sellos entonces –es el caso: Limbo Starr– siguen viendo como aquella década aún les provee de materia prima a través de las manos de músicos que bien podrían ser sus hijos. Los tres integrantes de Biela andan por los 26 y 27 años, pero no cuesta deducir que sus referentes proceden de una época en la que quizá aún no habían nacido, o al menos no tenían uso de razón. Se alimentan de dinámicas post-hardcore y de la inflamación emocional del emo, aunque en algunas de estas canciones me da la sensación de que pueden estar más cerca de Victorias que de Viva Belgrado. En cualquier caso, sí se muestran alineados en cierta forma con Cala Vento o Yawners, aunque desde una aproximación ligeramente más comercial –o edulcorada, si se me permite –, en una relación con sus guías como la que bandas como Dikers pueden mantener respecto a (pongamos) blink-182, por trazar un paralelismo punk pop que me ha venido inmediatamente a la cabeza al empezar a escuchar este “Nuevas emociones”, el segundo álbum desde que el vocalista y guitarrista Alberto de Lara, el batería Álex de las Heras y el bajista David Marín unieran empeños en Madrid hace seis años.

Brindan guitarrazos hercúleos, desarrollos escuetos pero fornidos (es un producto muy de la factoría Santi Garcia, quien produce, graba y mezcla) y estribillos de una elocuencia que apunta a las nubes. Con manifiesta ambición, pero sin dobleces ni retórica inane, y esa es una de sus virtudes. Con las cuitas de la vida adulta y el escozor sentimental en la diana. En ese sentido, es de valorar una letra como la de “El escenario”, que transmite un mensaje sobre la autoexigencia del músico como no he escuchado desde “Vernissage” de Viva Belgrado. Lo hacen siempre con un deje muy castizo, aspirando las eses sin disimulo, como si ese sesgo coloquial formase parte de la honestidad de su propuesta. Me convencen menos cuando bajan las revoluciones (“No me hago a la idea”) que cuando entran en ebullición (“Cuatro hijos y una casa con jardín”, la más post-hardcoreta del lote), y muestran inquietud por evolucionar –dentro de unos márgenes muy reconocibles– al resaltar los sintes en “Si dejamos de hablar” o la trompeta en la exultante “Pensando en ti”, pertinente cierre. Pica la curiosidad por saber cómo evolucionarán. ∎

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