Se grabaron alrededor de sesenta canciones, descartadas en su mayoría por ser excesivamente optimistas o por remitir a trabajos previos, y la secuenciación final fue un tormento (ampliamente documentado en las páginas que reproducen en facsímil su libreta de anotaciones de la época). Y desde el redoble de batería que abre
“Badlands” ya se intuye que “Darkness On The Edge Of Town” es una de las grandes “novelas americanas” narradas con música, en línea paralela con la literatura de John Steinbeck o el cine de John Ford, un disco-bisagra donde Springsteen se hizo Autor, con mayúsculas, un Springsteen preocupado por el fondo y la forma en deslumbrante equilibrio, haciendo malabarismos entre la épica de “Born To Run” y
“Born In The U.S.A.” (1984) y el ascetismo en blanco y negro presente en
“Nebraska” (1982) y
“The Ghost Of Tom Joad” (1995). Las canciones hablan por sí solas y las citaremos todas (y en orden): “Badlands”,
“Adam Raised A Cain”, “Something In The Night”, “Candy’s Room”, “Racing In The Street”, “The Promised Land”, “Factory”, “Streets Of Fire”, “Prove It All Night” y
“Darkness On The Edge Of Town”. ¿Queda claro para qué se inventaron sentencias como “obra maestra”? Para discos como este: escritos e interpretados con las tripas y el corazón, con inspiración y (sana) locura, radiografía sublime de todos los hermosos vencidos que se interrogan sobre el valor de la existencia, retratados en versos y notas de una pureza demoledora. O cuando la música se convierte en guía para entender un poco más el peso de la vida.
“The Promise”, el doble de inéditos de las mismas sesiones, también ayuda a entender “Darkness On The Edge Of Town”: aquí está la versión alternativa, más eléctrica, de “Racing In The Street”, un
“Come On (Let’s Go Tonight)” que se transmutó en “Factory”, un
“Candy’s Boy” que acabó siendo “Candy’s Room” (uno de los cortes más atípicos y fascinantes de todo el opus springsteeniano). También, la versión en estudio del
“Because The Night” que le cedió a Patti Smith (y que esta mejoró, afirmo) y joyas de regusto añejo como
“Gotta Get That Feeling” o la enorme
“The Promise”, la canción, que parece un apéndice escapado de “Born To Run”. Son en total veintiún temas acreditados más uno oculto (
“The Way”). Si tenemos en cuenta que en
“Tracks” (1998) se desempolvaron otros seis, todavía quedan archivados un par de docenas de cortes de una de las etapas más fértiles y creativas del Boss: recordemos que el descomunal
“The River” llegaría tan solo dos años después, en 1980.