“Puerta de la Cânne”, segundo disco del colectivo
Califato ¾, titulado y cantado entero fonéticamente, es toda una reivindicación de que Andalucía tiene una validez y una legitimidad no solo pasada, sino presente y futura; de que no ha dejado nunca de ser un complejo entramado de herencia, tradición y modernidad que se materializa en el uso de expresiones poético-musicales arraigadísimas en un pasado profundo como la Semana Santa o los martinetes, mezcladas aquí de manera muy conseguida con ritmos electrónicos, elementos del house, del rap e incluso puntualmente latinos y urbanos que construyen perfectamente un sonido fresquísimo sobre esa base antigua de palmas y soleares cuyos orígenes se pierden en las distintas fases históricas de esta tierra bella.
Califato ¾ son una constatación de que existe hoy en Andalucía una corriente estética joven que ha rechazado durante la adolescencia lo propiamente andaluz por haber estado injustamente asociado al señoritismo católico terrateniente y rancio. Ahora, en la veintena y la treintena, es capaz de darse cuenta de que la rebeldía no está en el rechazo. Está en la reapropiación y la actualización de lo que, en realidad, nunca ha sido de los señoritos, sino del pueblo, de –ya lo dice el poeta Antonio Manuel en
“Mençahe der profeta”– los mozárabes, sefardíes, musulmanes, andalusíes, gitanos, negros, cafres o americanos.
Hablamos de gente que filtra y absorbe la pureza de lo antiguo y de lo nuevo sin ponerse fronteras, que van de
rave y luego al mercado de Triana a por viandas, que invitan a fino a los sin techo en los tabancos de Jerez y bailan ska, que lloran de alegría y de belleza sobre sus Dr. Martens escuchando al Agujetas, a Lole y Manuel o al capataz dirigiendo con su lírica a los cargadores de la Esperanza Macarena bajo los naranjos en flor.
Esta es la Andalucía de la que beben Califato ¾, que han sido capaces de juntar con éxito cornetas con sintetizadores en
“Crîtto de lâ Nabahâ”; a Bob Dylan y a Thoreau (la cabaña, la madera, el fuego) con la agresividad contestataria y el enfado inconformista de una comunidad marginada e históricamente denostada en
“Lentehâ d’ayêh”, y las reminiscencias rock y el costumbrismo naíf de Los Planetas con las palmas y un poquito de Auto-Tune en
“En bûcca y câttura”, pero que también han podido cantar sevillanas puras y alegrías en
“Puerta de la Cânne” o
“Alegríâ de la Alamea”, si bien estas dos últimas, por ortodoxas, por ajustarse más al género, quizá aportan menos que la mezcla de las que hacen gala las otras canciones, mucho más enriquecedoras por mestizas, complejas y plurales. Como Andalucía misma, vaya. ∎