Álbum

Cate Le Bon

Michelangelo DyingMexican Summer-Popstock!, 2025

Cate Le Bon lleva más de quince años creando su propio mural en la música independiente. La galesa, que empezó entre el folk torcido y el pop post-punk, terminó convertida en una de las productoras más solicitadas (Wilco, Dry Cleaning, John Grant, entre otros) y en una artista con entidad propia: surrealista y abstracta, pero siempre precisa y melódica. Desde su primer trabajo, Me Oh My” (2009), y tras el anterior “Pompeii” (2022), grabado en un apartamento de Cardiff alquilado a Gruff Rhys, aparece ahora con esta obra íntima y transparente: “Michelangelo Dying”. Recordemos brevemente que también se permitió, entremedias, un proyecto paralelo junto a Tim Presley (White Fence), DRINKS, un dueto tan esquivo que hoy casi nadie recuerda, pero que fue clave para entender su querencia por la improvisación y el desvío.

Este séptimo álbum llega con el sello Mexican Summer y con una producción moldeada a fuego lento entre Cardiff, Los Ángeles y la colaboración puntual de John Cale. Es un disco de ruptura, sí, pero no del desgarro inmediato, sino del vacío posterior, el momento en que la herida se examina como una obra sin terminar, igual que esa Piedad Rondanini que hemos visto brillar inacabada en Milán. Persiguiendo a su autora entre Hydra, Cardiff, Londres y Los Ángeles, el exorcismo de “Michelangelo Dying” se completó, significativamente, en el desierto californiano, el lugar donde gran parte del paisaje y del desconsuelo del disco existen en su mente.

Algunas canciones son especialmente excepcionales. “Love Unrehearsed”, donde aparece el título del álbum, convierte la metáfora escultórica en carne: “Does she sleep like a stone / Because you touch her more?”. Bajo ondulante, percusión contenida. “Pieces Of My Heart” es una balada ochentera de neón que podría sonar perfectamente en los créditos de un drama de Sofia Coppola: “This is how we fall apart”, canta, con ese piano y sintetizadores que se fusionan en capas. Una neblina de melodías que tiñe la canción de nostalgia con acento de jazz.

“Heaven Is No Feeling”, el single central, alterna su voz grave con ese falsete angelical. Los saxos respiran al ritmo intermitente de una luz, y todo parece una oración discotequera en la que repite “hello?”. Y “Mothers Of Riches”, una de las piezas más insólitas del disco, chisporrotea con una elegancia decadente, ritmos poco convencionales y un timbre vocal inolvidable. Repite la idea de “fold into nothing”, de doblarse, plegarse hasta desaparecer, como si amar implicara también perder la forma, el yo, la consistencia. El título puede leerse como una ironía. No habla de madres de riquezas materiales, sino de creadoras de lo que de verdad importa.

Más allá de los focos, hay otras piezas que completan el tríptico. Jerome”, apertura hipnótica y acuática, fija la paleta cromática desde el primer minuto. Is It Worth It (Happy Birthday)?”, más lenta y viscosa, es una postal amarga de cumpleaños arruinados, con frases como “I thought about your mother / I hope she knew I loved her”. Body As A River” es turbulenta, con una base repetitiva que retrata cómo el cuerpo absorbe la pérdida y el tiempo, y cómo el dolor físico y el emocional se confunden. Ride” es la única colaboración vocal del disco, junto a John Cale, compatriota galés de Le Bon y una de sus grandes referencias. Suena como un compañero de viaje, recordando que después de un amor la vida sigue. “It’s just feelings going away / Never been so alive” resume ese tono resignado pero vitalista del final. El cierre con I Know What’s Nice” colapsa sobre sí mismo, entre líneas humorísticas (“I’m older than Lady Diana…”) y la confesión definitiva: “I can’t breathe for someone I love”.

Cate Le Bon esculpe “Michelangelo Dying” con feedback, con delays, con goteras y elasticidad. Hay repetición y también caos, pero todo se siente como una amputación necesaria entre sintetizadores espaciales. Le pone esa voz serena, distante y tierna a una obra que se queda contigo, mirándote un rato largo, buscando su propia catarsis. El mármol sigue húmedo, cicatrizando, y todavía respira. En su próxima obra, esperemos que ya se haya secado. ∎

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