Unos llantos de bebé se confunden con una trompeta jazzmatazz en el arranque de “Ciutat l’Amistat”, y pronto esta “Intro” empieza a adentrarse en una misteriosa y jazzística bruma que alude también al trabajo de Odd Future y algunos de sus artistas vinculados, fundamentalmente Tyler, The Creator y BadBadNotGood, y que en cierto modo se transfiere a esa especie de manifiesto sobre la amistad que es la canción homónima. Pareciera que el segundo álbum de Ciutat, dúo formado por Jordi Pareta (JP Sunshine) y Guillem Bergadà (Guim), quisiera desprenderse de ese aire levitante y chillwavero que impregnaba su debut, pero pronto demuestra ser un arranque tramposo. A lo largo de todo “Ciutat l’Amistat” sigue manifestándose esa calma chicha que caracteriza al dúo con sede en Barcelona, su relajada flotabilidad. Si acaso ahora hacen más hincapié en la parte electrónica y buscan un sonido más procesado y menos orgánico.
No es que “Ciutat l’Amistat” difiera mucho de “Brandon” (2023), por tanto. Es que incorpora a la propuesta aún más giros y, desde lo individual, se abre definitivamente hacia lo colectivo. Sin ser ni más ni menos colaborativo que su predecesor, pues la colaboración es parte del alma de Ciutat y está implícita desde la elección del propio nombre, este sí suena más comunal, y surge de unos días de retiro creativo en las montañas catalanas rodeados de la familia (artística) que se elige, capturando mucho más ese espíritu misterioso y colectivizado de Mainline (matriz de este y muchos otros proyectos que brillan actualmente en la escena underground barcelonesa) y mostrando una actitud más expansiva. Hay incluso una canción como “Manzanilla”, que parece surgir de una broma privada que los oyentes no llegamos a entender (creativos, music supervisors: yo ya la veo en un anuncio de Hornimans). Y aunque no haya un tema tan redondo como “Techo”, este sí encuentra una especie de continuación, “Eterno (Mientras dure)”, en un disco que en términos generales gana más como escucha cohesiva. No solo es más completo, también es más aventurado.
A lo largo de este trabajo, Jordi y Guim construyen un refugio en torno a la amistad, y en torno a ella parecen empoderarse, abrirse más a probar y abrazar, sin salirse de su bruma, un mayor rango de estilos. “Una vez más”, por ejemplo, adopta una forma bastante EDM con reminiscencias del house funk, prístino y comercial de un Calvin Harris, pero vocalmente recuerda a Underworld. “Ah” se fija en los Daft Punk de “Discovery” (2001), y un sinte shred se la lleva a los terrenos más retrofuturistas del house francés. “Chesterfield” coge coordenadas más latinas, y en su reprise se cuela una sambita brasileña. “Todo pasa” arranca con un recuerdo a los Tame Impala de “The Less I Know The Better”, y unas guitarras con gustito Ratatat elevan una canción propulsiva y preciosa como “Triste de felicidad”.
En las notas de prensa se insiste mucho en la nostalgia veraniega, y desde luego verano era lo que se respiraba en “Brandon”, pero esta “Ciutat l’Amistat” realmente esconde un espíritu más invernal, y los tonos terrosos de aquel se tornan aquí azul níveo, sol de diciembre, mañana despejada en la montaña. Está aún más claro en los dos temas más continuistas del disco, la bonita y minimalista“Nadie sabe” (junto al pequeño nuevo geniecillo de rusia-idk, TRISTÁN!) y, sobre todo, “Eterno (Mientras dure)”. Una canción que no solo epiloga las mejores virtudes de su debut y arrastra hacia delante, sino que encarna en general toda la tonalidad de esta “ciudad de la amistad”: puede haber esperanza y optimismo en la melancolía. Rechazando la urgencia del carpe diem, Ciutat prefieren encomendarse a esa serena aceptación de los designios de la vida en su camino a la felicidad que les gusta a los japoneses, shikata ga nai, shouganai, ukeireru. Hay algo extrañamente bello en lo efímero de las cosas, en aceptar que, mientras dure, la belleza, en su agonizante transitoriedad, es eterna y más grande que el universo mismo. Mono no aware. ∎