claire rousay

Decir que lo de claire rousay cae de lleno en esto que se viene llamando nuevo ambient es simplificar seguramente demasiado. En realidad, “A Softer Focus” es una destilación del viejo concepto de música de mobiliario. La propuesta de esta joven norteamericana es entornada y sutil. Los elementos que emplea evitan de forma consciente el primer plano en su duración. Un tiempo interior es el que se respira pausada y vívidamente en la trastienda de este trabajo fascinante. Y la pregunta es por qué resultan así sonidos tan familiares como simples máquinas de escribir –para quienes las hemos vivido–, instalaciones, objetos caseros, patios, risas o conversaciones cotidianas como captadas en duermevela –filtradas de Auto-Tune-pitufo en contemporáneo contraste–. Son el fondo orgánico sobre el que opera una base de sintetizador con arreglos mínimos de chelo y escalas simples de piano que, poco a poco, van tomando forma hasta alcanzar una plenitud casi épica, como por arte de magia, artificio sobre artificio, en el último corte del álbum, “A Kind Of Promise”.

Sonidos de campo que son memoria y conciencia intencional en Rousay recuerdan mucho, sin el componente repetitivo, a discos de Robert Ashley como “Private Tapes” (1978) o “Automatic Writing” (1979). También nos retrotrae a los planteamientos innovadores de John Cage sobre el silencio absoluto. Como bien explica David Byrne en “Cómo funciona la música” (2017), se puede pensar en otro paradigma, muy oriental, que consiste en dejar que los sonidos sean ellos mismos, en no luchar por contenerlos y convertirlos en vehículo de teorías ad hoc o en la expresión de sentimientos humanos. De esto intuimos que trata la continuación natural de “A Heavenly Touch” (2020), un trabajo que ilumina lo ordinario y revela con su luz tenue pero cristalina esa realidad crujiente que nos retiene, sí, más rica y significativa de lo que parece. Algo que todos sabemos aunque que tendemos a olvidar con facilidad. Un disco inagotable. ∎