Álbum

Crime + The City Solution

the killerMute-[PIAS] Ibero América, 2023

Dice la leyenda que fue la voz de Simon Bonney y la música de la banda que capitaneaba, Crime + The City Solution, sin haber llegado a grabar todavía ningún disco, las que más influyeron sobre Nick Cave cuando daba sus primeros pasos musicales con The Boys Next Door (justo antes de The Birthday Party). Hubo una época, incluso, en que dos de los integrantes de The Boys Next Door y The Birthday Party, el multinstrumentista Mick Harvey y el guitarrista Rowland S. Howard (fallecido en 2009), se unieron a Bonney cuando este quiso retomar su actividad musical en Berlín, cuando Cave ya lideraba en esa misma ciudad The Bad Seeds (donde también figuraba Mick Harvey).

Han pasado casi cincuenta años, pero Crime + The City Solution nunca ha sido una banda prolífica. Al contrario, su trayectoria ha sido guadianesca y se ha disuelto en varias ocasiones. En realidad, Bonney dijo en alguna ocasión que cuando le apetece hacer música es “cuando tengo algo que decir”. Su momento de máxima actividad y esplendor se produjo entre 1986 y 1992, con cuatro álbumes publicados: “Room Of Lights” (1986), “Shine” (1988), “The Bride Ship” (1989) y “Paradise Discotheque” (1990). Después, la banda volvió a desaparecer y Bonney se trasladó junto a su mujer (y compañera de banda), Bronwyn Adams, a vivir a Estados Unidos y allí grabó un par de álbumes en solitario "Forever" (1992) y "Everyman" (1995).

En 2012 resucitó en Detroit a Crime + The City Solution y publicó “American Twilight” (2013). Pero se produjo un nuevo parón hasta que Simon puso este año en pie una nueva banda de directo con la que dar vida al resultado de las reflexiones a las que llegó durante el confinamiento, una situación extremadamente paradójica para él y Bronwin, dado que siempre habían llevado una vida nómada –de Sídney y Melbourne a Berlín, donde vive ahora y ha vivido en el pasado, además de Londres, Detroit, el Territorio del Norte de Australia, donde más población aborigen sobrevive, o las islas Marshall, Papúa Nueva Guinea, Bangladesh o Ucrania, como destinos más exóticos–. El tono general del disco es introspectivo y casi ceremonial, recordando las circunstancias de violencia y sufrimiento que él y Bronwin, con quien convive desde que ambos tenían 17 años, hace cerca de cincuenta años, pudieron presenciar a lo largo de sus viajes por los países más desfavorecidos de la región del Indostán. Como ha explicado en alguna entrevista, “gran parte del disco trata de la pérdida de la fe”. El modo de presentar estas canciones se acerca a una americana que exuda melancolía, desde las primeras frases que se escuchan en la pieza que abre el disco, “Rivers Of Blood”: “My love turns rivers to blood / And flowers into blackened buds / But I am the one who will love you” (“Mi amor convierte los ríos en sangre / Y las flores en capullos ennegrecidos / Pero soy yo quien te amará”), y que alcanza su cima en esa dolorosa balada con que concluye el álbum, “Peace In My Time”, en la que el estribillo repite “Will there be peace in my time?” (“¿Habrá alguna vez paz en mi época?”). Entremedias, blues a cámara lenta y folk quebrado, con tan solo dos momentos de intensidad eléctrica (la emocional está por doquier): los casi nueve minutos de “Killer” y la reiterativa cadencia electrónica de “Brave Hearted Woman”, que recuerda (ligeramente) la agobiante violencia de “Mutiny In Heaven”, una de las últimas (y más intensas) canciones de The Birthday Party (una comparación que, me temo, no le gustaría leer a Bonney). ∎

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