Si hay una banda que ha sabido darle una vuelta, sin inventar nada, a la neopsicodelia, ha sido Crumb. Y quizá la razón está ahí, en que nunca vinieron a inventar nada. El nuevo álbum de los neoyorquinos, su obra más definitiva hasta la fecha en una trayectoria que casi va para la década, refuerza si cabe esa idea: la experimentación y la sorpresa en “AMAMA” no son producto de un deliberado intento de molar, de parecer radicales y de romper estructuras y canciones, sino de un exhaustivo proceso de refinamiento, de probar los instrumentos fuera de sus zonas de confort, de retorcer e inundar la voz de Lila Ramani de interesantes efectos, de fundir los géneros a los que se aferran en una misma masa homogénea, de encontrar fórmulas para mantener conectado y completamente lúcido un sueño psicodélico que, por su naturaleza, todo el rato amenaza con fragmentarse.
Los primeros temas, con “Side By Side” como bandera –ya amenaza oscureciendo muy sutilmente su final– y con la homónima “AMAMA” representando esta vertiente casi bailable que no deja de ser etérea pero se siente al mismo tiempo más física que nunca, adoptan una forma más urgente y ascendente, propulsando la fiebre psicodélica en la que se convierte a la larga el trabajo, un viaje surrealista por la cotidianidad, una hora –bueno, media– de aventuras. “The Bug”, por su parte, empieza a introducir toda la imaginación jazzística que recorre la base instrumental, especialmente en la sección rítmica, y va desenvolviéndose en delirios progresivos que encuentran eco en la espacial “Genie”: conviene recordar en este punto que Ramani pertenece a los fundamentales Standing On The Corner –ese colectivo que transitó el camino entre el pop hipnagógico y el jazz-rap más experimental, que produjo para MIKE, para Earl Sweatshirt, para Solange o para Danny Brown y en el que también militó Slauson Malone 1–, y que Jesse Brotter también fue bajista de MIKE en sus primeros pasos. Solo este background explica un temazo como “Crushxd”, tan radical en sus aproximaciones –orgánico, hipnótico y difuso y al mismo tiempo frenético y electrónico– que podría haberlo firmado L’Rain.
El suspensivo interludio “Nightly News” abre la segunda cara del álbum avisando de un progresivo oscurecimiento del sonido, que será a partir de ahora aún más fantasioso, como muestran esos sintetizadores y siniestros teclados de “(Alone In) Brussels” –para el final se han reservado unos de los mejores treinta segundos de música del año, con un canto puramente pop y un bajo mutante–. También la voz filtrada por radio de “Sleep Talk” y cómo los coros la van envolviendo, su dinámico y oblicuo triple cambio de ritmo. O el casi breakbeat galáctico de “Dust Bunny” y el amago de drop de “XXX”, con sus guitarras de anime y sus burbujeantes sorpresas. Para cuando el viaje se ha terminado ya estás completamente atrapado, sumido en su universo y a merced de cualquier cosa que a Crumb les dé por hacer. De eso va la verdadera psicodelia, supongo. Gran disco. ∎