Daga Voladora es el proyecto de Cristina Plaza. Antes publicaba música bajo el nombre de Gran Aparato Eléctrico, seudónimo con el que editó los discos “Rayos, truenos y relámpagos” (2010) y “Espejo, espejito” (2012). También ha formado parte de Clovis y Los Eterno. Ahora tiene este nuevo proyecto por su cuenta, pero tampoco es que naciera antes de ayer: hay mucho archivo de Daga Voladora en internet para los ávidos y curiosos que sepan utilizar el buscador. Solo en Bandcamp están disponibles sus discos “Chiu-Chium” (2016) y “Primer segundo” (del mismo año), el single doble “Vivero sopor” (2020) y los temas sueltos “Madriguera de siete cerrojos” y “El último día de paz”, ambos de 2022. Lleva más de una década siendo una auténtica diletante, pero ahora ha decidido profesionalizarse, aunque sea, un poco más.
“Los manantiales” es una ensoñación, una realidad paralela en la que Plaza tiene poder absoluto para moldearla a su gusto. En su primer single, “Quise ser”, ya abría la puerta a todas esas vidas que le hubiera gustado tener y no pudo: “Yo quise ser héroe de ficción, pintora expresionista, actriz revelación”. El problema de proyectar y no obtener resultados es que a menudo las luces se transforman en sombras y el fantasma de la ilusión se convierte en el monstruo de la envidia. Esto es lo que relata Daga Voladora en “Me vi penando”, último track del trabajo: “La pena que yo tenía me estaba matando, a todas horas del día me estaba comparando: la que me da cien vueltas, la que no es para tanto (…) de todos los males la envidia es el diablo”. Es difícil decir si, entre todos los sueños de los que Cristina Barros habla en su LP, se encontraba el de superestrella del pop (seguro que alguna vez fantaseó con ello aunque solo fuera por diversión), pero nada de eso importa en tanto que “Los manantiales” es un trabajo de reconciliación con los conceptos del éxito y el fracaso.
Así, lo bueno de grabar un álbum por tu cuenta (escasas personas constan en los créditos del trabajo: Andrés Arregui toca el saxofón; Fino Oyonarte firma la mezcla) es que eres el creador absoluto de un universo personalizado. Plaza se lo lleva a un plano literal, ejerciendo de alcaldesa-deidad en “Cristinópolis”, primer track de “Los manantiales”, en el que funda una ciudad a su imagen y semejanza en la que no hay que lidiar con ciclistas irrespetuosos o con la especulación del precio de la vivienda. Podríamos decir que “Los manantiales” es un Cristinópolis sonoro. Sus pilares se han construido sobre el bedroom pop que se escindió del “indie verdadero”, aquel que pregonaban Puzzles y Dragones, Hazte Lapón o Los Lagos de Hinault. Probablemente, el trabajo hubiese funcionado mejor en 2020 que en 2024: no solo por la fantasía y la disociación, sino por ajustarse más a las modas sónicas del contexto. El trabajo de Daga Voladora suena casero pero no precario, a medio camino entre el beat lo-fi de la radio para estudiar de YouTube, el Madrid Popfest y algo más tosco y rudo. La compositora-productora despoja al bedroom de la inocencia con la que en primera instancia se concibe, pues el género no tiene que ser aterciopelado, ligero o angelical. Y el LP de Cristina, aunque parta del deseo por llegar a ser, tampoco es una carta a los Reyes Magos. ∎