Reediciones

David Bowie

Aladdin Sane / Zeit! 77-79EMI, 2013
Tras la resurrección discográfica de David Bowie, llegan una nueva reedición de “Aladdin Sane” (1973) en digipack y un artefacto, “Zeit! 77-79”, que recoge los álbumes del conocido como período berlinés, si bien su último episodio, “Lodger” (1979), se grabó entre Montreux y Nueva York. Revisiones, esta vez, sin bonus tracks.

“Aladdin Sane”, cocinado en los descansos de la gira de “Ziggy Stardust” (1972), fue un álbum decantado hacia el imaginario norteamericano, y no hay más que ver sus citas a Chicago, Nueva York o Hollywood, y el influjo de The Stooges en el material más enrockecido, como “Panic In Detroit”. Sí, en “Aladdin Sane” hay espasmos rockeros de corte esencialista, con guiños a los Stones (“Let’s Spend The Night Together”) y algún que otro acto dudoso: “The Jean Genie” tomó prestado el riff de “I’m A Man”, de Bo Diddley, y el crescendo guitarrero de la versión de The Yardbirds. Resultan más sustanciosas las composiciones dominadas por el piano de Mick Garson, que dio al álbum un aura fantasmagórica. Momento destacado es su tratamiento atonal de “Aladdin Sane”, con un solo vanguardista con desvíos de tumbao latino. Garson también manda en “Time”, feliz ocurrencia cabaretera con modos de Nueva Orleans. Estas piezas, junto a la dinámica teatral de “Drive In Saturday” y el diálogo sobre realidad y ficción de la rockera “Cracked Actor”, completan una obra que cierra con la cabeza alta la era Spiders From Mars antes del apéndice cover “Pin Ups” (1973).

“Zeit! 77-79” recopila la inquieta producción que Bowie facturó tras abandonar su período cocainómano en Los Ángeles e instalarse en Berlín. Tony Visconti en los controles y Brian Eno convertido en cómplice de un material que viajó desde la mirada al krautrock y a Philip Glass hasta un funk-rock exótico. “Low” (1977) ofrece una primera mitad de canciones vagamente excéntricas que combinan la frialdad cibernética con el músculo instrumental (de “Speed Of Life” a “What In The World”) y una segunda parte entregada a la especulación electrónica con temas como “Warszawa” y “Art Decade”. Un rumbo semejante al apuntado por “Heroes” (1977), que sofistica la apuesta con la melodramática canción que le da título (con la icónica línea de guitarra de Robert Fripp) y otras piezas inquietantes, como “Sons Of The Silent Age” y “Beauty And The Beast”.

La puesta en escena de toda esta fértil cosecha queda inmortalizada en el notable, aunque algo frío, “Stage” (1978), cuyo repertorio abarca reconstrucciones de canciones de períodos anteriores y un lúgubre “Alabama Song” (Weill & Brecht). Cierra el pack el antes citado “Lodger”, donde Bowie y su equipo extremaron su método con ocurrencias experimentales: todo error repetido tres veces se convertía en arreglo, y Adrian Belew inyectó sus solos a ciegas, sin poder escuchar las canciones. Quedó un álbum extravagante que fundía visionarios ramalazos melódicos (“Fantastic Voyage”) con amagos multiculturales (“African Night Flight”, “Yassassin”), funk disonante (“Boys Keep Swinging”) y poderoso rock de vanguardia (“Look Back In Anger”). El clímax de esta etapa llegaría con “Scary Monsters” (1980), canto del cisne de aquel Bowie explorador. ∎

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