Álbum

Dellafuente

Torii YamaMAAS, 2024

De gesta en gesta y sin perder pie en ese alambre que un día fue trap y es hoy música popular con raíces y antenas, Pablo Enoc Bayo Ruiz cerró el año pasado coronándose en el WiZink junto a su amigo Morad y se prepara para despedir 2024 con otro hito histórico: su primer Bernabéu. Un concierto para el que las 75.000 entradas puestas a la venta se agotaron en un santiamén y que habrá de consagrar al granadino como fenómeno en imparable expansión en el año de su décimo aniversario como artista. Dellafuente F. C. y que vayan cayendo los estadios.

Entretanto, “Torii Yama”, álbum redondo y causa-efecto de lo anterior. Diez canciones en menos de media hora, producción elegante y minimalista y una versión aún más estilizada, casi distinguida, de ese rap con raíces flamencas y vapores trap que el rapero andaluz viene elaborando y depurando desde los días de “Consentía” (2015). Un disco que hace cima y se entretiene en contemplar desde las alturas todo el camino recorrido, el terreno conquistado. ¿Sus armas? Beats acuosos, arabescos de guitarra flamenca y sintetizadores creando folk del siglo XXI. Música popular en el mejor sentido del término, también el más amplio, y el espíritu de Lorca alumbrando los versos eléctricos de “Fosforito”.

“Somos la montaña y tú con miedo a la avalancha”, canta Dellafuente, siempre a pie de barrio, en “Otra noche en Granada”, centro de gravedad rítmico de un disco que es, al mismo tiempo, homenaje a su ciudad, autobiografía cantada y egotrip comedido tras una década de trabajo a destajo. Trap existencialista, rap vaporoso y “13 preguntas” abrazando la cara más reflexiva y humanista del reguetón, si es que tal cosa es posible. “Esta gente solo quiere tetas y culos”, se dice en referencia a la industria discográfica en “Premio Puskas”, canción que cierra un álbum con el que vuelve a demostrar que lo que él quiere es algo radicalmente diferente. A saber: cantarle a la salud mental; abjurar del culto al dinero; enredarse en el toque y las palmas de “Ayer” mientras injerta beats futuristas; o purificar la escena con “Romero santo”, impecable rumba suburbana reforzada por la colaboración estelar de Judeline.

Es cierto que el título y la portada, de clara inspiración japonizante, pueden acabar despistando (en realidad, salvo un par de menciones a la flor de sakura y a Akira Toriyama, ahí empieza y acaba la conexión oriental del trabajo), pero sí que tiene “Torii Yama” algo de puerta de entrada al santuario espiritual y musical de Dellafuente. Un espacio seguro hecho de colaboraciones selectas (la barcelonesa Lia Kali en “Fosforito”; la murciana Amore en ese hit arrebatado que es “Malicia”), músicas ancestrales y ritmos latinos reinventados entre versos más pendientes de los desgarros del alma que de los picores de la entrepierna. O cómo salirse de la línea recta para acabar llegando el primero a lo más alto. Como muestra, la toma de Una gota” rescatada de un directo de hace un par de años: solo voz, piano y Auto-Tune para sellar su destino y cantar aquello de “ojalá pudiera ser el tiempo / después de muerto”. 

Etiquetas
Compartir

Contenidos relacionados