Disco destacado

Djrum

Under Tangled SilenceHoundstooth, 2025

En la marca 1:40 de la apertura del tercer disco de Djrum, la espectacular “A Tune For Us”, algo parecido a un drop introduce una percusión exploradora después de una bellísima introducción de piano y cuerdas que es como despertarse en el corazón de un santuario japonés por el trino de los pájaros, la cegadora luz del sol, la brisa del aire montañoso y la música de los monjes. Un intenso minuto de desperece después, mientras todo se revuelve rezumando vida, llega el primer drop “verdadero” de “Under Tangled Silence”, y lo sumerge todo en una gravedad mucho más meditativa que es ambient, que es jazz, que es clásico y que, sin embargo, también es club. No va a ser el único drop del tercer trabajo del productor –y sobre todo DJ, ante todo DJ– británico Felix Manuel, aunque por los descriptores previos parezca el tipo de álbum que los rehúsa; tampoco el más intenso ni el más satisfactorio: “Under Tangled Silence” tiene los mejores del año, de hecho, porque es un disco de club que dinamita por completo la naturaleza del club y, como los últimos trabajos de Barker, Floating Points, Skee Mask o Anthony Naples, depura la ausencia para integrar una esencia nueva, más panorámica y libre pero al mismo tiempo, y quizá paradójicamente, más contenida. Minimal pero maximal al mismo tiempo. Cerebral pero también visceral y emocional.

Tantos drops hay, y tan buenos y a veces tan imperceptibles resultan –y tan bien hecha está la mezcla y la secuencia del disco, además–, que cuando el piano de “Hold” empieza a acelerarse hacia el final, impulsado por un crepitar digital creciente, para después descargarse limpio al principio de “Galaxy In Silence”, no parecen dos temas diferentes, sino secciones del mismo separadas por ese drop cuya fuerza reside en el silencio. Cuando el piano de “Galaxy In Silence” entra puede hacerlo solo, sí, y después írsele sumando poco a poco y con gracilidad casi espiritual ese chelo y ese arpa que por momentos parecen de todo –una flauta japonesa, un shamisen frotado con arco–, pero desde el segundo uno en tu cabeza subyace un ritmo frenético… que no sorprende cuando se adueña del tema rondando el minuto. Las notas de piano y el arpa se enredan en percutores motivos maquinísticos mientras un subgrave mantiene el conjunto en órbita, y una nueva liberación lo conduce de nuevo a territorios inexplorados vía una nueva versión emocional, entre los breaks progresivos, el post-dubstep, el gqom y el jungle –también la música celta–, del acid house.

Entre todo esto que puede parecer una maraña se mueve un trabajo que abraza el contraste, que repiensa lo que la música de club puede significar y que reubica los intereses de Manuel como DJ –tres platos en estilo de batalla y una maleta de vinilos en la que caben Mecánica Popular, “Dolmen Music” (Meredith Monk), Soundmurderer, The Jacksons y Autechre–, pese a que “Under Tangled Silence” sea, según por donde lo pilles, todo lo contrario a lo que esperarías del disco de un DJ. Su composición, que ha abarcado un largo período entre 2017 y 2023, tuvo que cambiar radicalmente cuando en 2020, en plena pandemia, un crasheo fatal de su disco duro le obligó a replantear muchas cosas desde cero. En ese contexto, los instrumentos –el piano, el arpa, el chelo y las percusiones– quedaron en primer lugar, y guiaron naturalmente la nueva dirección del trabajo por raíles orgánicos, enfocado ahora de una forma más intuitiva y en torno a una idea de conducción de las frases musicales que tiene más que ver con el clásico –el background formativo de Djrum se remonta a la academia– y nada con la música de club, mucho más estructurada en patrones. Y sin embargo el alma de “Under Tangled Silence” es la de un puro junglist, enamorado de los drums –así se pronuncia su alias artístico, por cierto, “DRUM”–. Uno que, quizá, como Tim Hecker en “Ravedeath, 1972” (2011), se replantea en temas como “Waxcap” o “Sycamore” la relación entre la tecnología y la naturaleza en el peor escenario posible.

Felix Manuel, dinamitando el club.
Felix Manuel, dinamitando el club.

Esa especie de tensión reconciliada que sostiene todo el trabajo se plasma de forma especialmente tenebrosa en “Unweaving”, una pieza de piano que se mueve entre el romanticismo y el impresionismo y que por momentos simula convertirse en un rondó, pero que esconde un sutilísimo fondo de ambient que le aporta un tono elegantemente oscuro, siniestro y transilvánico, recrudecido en “L’Ancienne” después con un noise digital: son colapsos, noises, drones, llámalos como quieras, pero lo que realmente hay son las bocinas apocalípticas y los sintetizadores ácidos de un jungle ciberpunk con reminiscencias a The Bug pero desprovisto de todo armazón rítmico: hacia el minuto 1:40, de nuevo, las percusiones se liberan todavía comatosas, introduciéndose en las profundidades de un dubstep atómico y molecular con patrones dancehall que pondría a bailar al mismísimo Merca Bae, y que después se diluye en algo ancestral, en una coda instrumental que evoca la épica de los Rohirrim. El propio Djrum ha reconocido varias veces que le gusta usar el ambient, el noise o la música industrial para construir tensión antes de encomendarse al ritmo en sus sesiones, y “L’Ancienne” no puede dejarlo más claro, tanto como representa ese alma de DJ que se resiste a perder Manuel en su tercer álbum.

En la misma línea contrastante, o más bien integradora, “Reprise” cierra el primer LP con un punto camerístico, y “Three Foxes Chasing Each Other” prácticamente abre el segundo en el extremo opuesto, con un divertimento tropical de alto nivel en el que una furiosa pero tremendamente viva percusión orgánica –mbiras saltarinas como ranas, casi un nivel del “Crash Bandicoot”, pero también toda una tamborada en distintos timbres– va metiéndose por momentos en una hoguera noctámbula de brujerías dubstep en bajísimas frecuencias, justo antes de que –tras otro drop increíble– todo se convierta en una algarabía de percusiones y bajos mucho más enfocados al club. “Let Me” realmente le sigue la “pista” pero desde el laboratorio, reforzando el componente IDM y lo improvisatorio de las líneas de piano, que surfean con gracilidad y un poco de locura una corriente cibernética; cuando lleva cinco minutos has perdido la cuenta ya de cuántos géneros y trucos se ha sacado Manuel de la maleta, y para el final todavía se reserva un beat switch con pulso house que vuelve a sentar el tono orgánico tanto como prepara el ambiente oscuro para la última cara.

Mucho más extrema, “Out Of Dust” por momentos replica el ataque del gabber, pero, de nuevo, lo contrapone con secciones de futurista dark piano ambient: “Under Tangled Silence” parece ser el resultado de un glitch dramático en un programa de simulación de ambientes, del paraíso tropical a la nave intergaláctica y de un santuario sintoísta en las profundidades del bosque o la montaña a la intimidad del propio hogar, allá donde sea que esté. O el susurro quieto pero casi sinfónico de la naturaleza creciendo imparable cuando se completa el ciclo de destrucción de nuestras distopías urbanas, quizá como sugiere “Sycamore”: la más oscura, intensa, distópica y elaborada de todas las producciones contenidas aquí cierra el álbum con el piano sometido al eco mágico de una cueva de cristal, y mientras corren esos maravillosos tres minutos de pura vida abriéndose camino en un ecosistema posdigital pienso otra vez en Tim Hecker, en Squarepusher o en Jon Hopkins, y pienso también en que será difícil que un disco me impresione este año tanto como este.

No es fácil hacer un trabajo como “Under Tangled Silence”, que no superpone ni fusiona, sino que más bien integra para dibujar y habitar un espacio genuino y propio, una dimensión muy personal en la que la naturaleza tiene integrado el club, como si fuera la savia que circula por sus arterias, o el club implica una disociación casi astral, conteniendo entre sus paredes y sus techos la infinidad de un plein air. Que comparte visión radical, y emoción y espíritu, con el Flying Lotus de “Cosmogramma” (2010) y el Four Tet de “Rounds” (2003) en su síntesis de organicismo –a veces clasicismo, a veces jazz–, IDM, ambient y UK bass, pero que también funcionaría como un disco de The Bug hecho por Jon Hopkins en un mundo en el que Jon Hopkins es Squarepusher: uno en el que la urbe, el paisaje, la pista, el laboratorio y la academia realmente son la misma cosa. Tras un EP, “Meaning’s Edge”, muy sorprendente que ya avisaba a finales de 2024 –y que supuso su debut con Houndstooth, el sello del mítico club londinense fabric–, Djrum deja con su tercer álbum su nombre grabado en la posteridad de la música electrónica. ∎


Etiquetas
Compartir

Contenidos relacionados