En los cuatro años que han pasado entre su segundo disco y el actual, Dua Lipa se ha saltado una década. Si “Future Nostalgia” (2020) bebía de los ochenta más puros, “Radical Optimism” hace lo propio con los dosmil, pero acotando significativamente la muestra de estudio: el disco suena a eurodance balear y chill out lounge de comienzos de siglo. De este modo, Lipa construye un cortafuegos en su marco estético: las influencias que tuvo en su segundo LP son las influencias de sus nuevos referentes. Es un paso hacia delante, sí, pero no tan grande como el que prometía.
Así, “Radical Optimism” mantiene el recuerdo ochentero de su antecesor, pero se despoja de cualquier matiz retrofuturista y de esa idealización manriqueña del pasado. Su tercer LP entiende ambas décadas como un recurso estético que no parte del romanticismo vacuo, y por ende se entrelazan cediéndose el protagonismo. Sin embargo, la distancia recorrida no es tan larga: el punto de partida se ha disfrazado mucho, pero sigue siendo el disco dance. Vale, es más nu que disco, más future que funk, más loop que groove… pero no se acerca a la expansión psicodélica que garantizaba cuando anunciaba su colaboración con Kevin Parker y Danny L. Harle. En definitiva, hay mucho menos de Jamiroquai y algo más de Inner City, pero muy poco de Tame Impala u Oasis, como venía afirmando en las entrevistas previas a su publicación. Suena europeo, pero no britpop. La problemática fundamental del álbum es que no marca el nuevo comienzo que Lipa anticipaba: algorítmicamente, sus canciones se entremezclan con Yung Bae o Macross 82-99, adalides del techno groove.
Y mejor que así sea, porque lo que le sale bien, le sale muy bien. Cualquier otro elemento que aporte a su trabajo lleva tatuado el outlet en la frente. Pareciera que Dua Lipa llega siempre tarde: en el plano visual, “Radical Optimism” es un híbrido entre “Chicken Teriyaki” de Rosalía y “Flowers” de Miley Cyrus. En ocasiones parece fan art, porque ambas referencias no son lo suficientemente lejanas en el tiempo como para reinventarlas. En lo sonoro, evoca “Gourmandises” de Alizée, “Play” de Moby, “Melody A.M” de Röyksopp o “Tell Me Why” de Supermode. Un estilo categorizado en torno al Café del Mar ibicenco, medio acústico, medio electro y ante todo lounge pop: “(It Goes Like) Nanana” (Peggy Gou) fue un hit del verano del año pasado, así que vuelve a parecer que Lipa espera a que se arriesguen las demás para hacer lo suyo.
Menos en esos arreglos orquestales de “French Exit”, cambia la cuerda frotada por la pulsada: el intento de hispanidad a través del rasgueo de “Maria” y las guitarras al fondo de “End Of An Era” son lo que dota a “Radical Optimism” de su nueva personalidad. La recreación de violines a través del synthpop (“Whatcha Doing”), las campanas (“Illusion”) y los cascabeles (“Falling Forever”) siguen presentes en la mitad del álbum, pero las cajas con reverb al máximo nivel se sustituyen por el rimshot y la sequedad. El elemento principal (incluso por encima de la voz) es el bajo. A veces cabalga (“Falling Forever”), a veces funkea (“Illusion”), pero la calidad de sus líneas es suficiente para que el LP de Dua Lipa no sea el estrepitoso fracaso que el público esperaba. En sus créditos incorpora a Andrew Wyatt (“Grenade”: Bruno Mars), Danny L. Harle (“Desire, I Want To Turn Into You”: Caroline Polacheck) o Caroline Ailin (con quien ya escribió “New Rules”), entre otros. Si con tanta infraestructura es posible caerse, ¿qué le quedara a las demás? ∎