Álbum

Earl Sweatshirt

Live Laugh LoveTen Cressida-Warner, 2025

Quizá uno de los grandes signos de que uno se está haciendo mayor es el hecho de abandonar, sin necesidad de perder el sentido del humor o la ironía, el nihilismo de la adolescencia. Lo que en una discografía equivaldría a pasar de lanzar un álbum titulado “I Don’t Like Shit, I Don’t Go Outside” (2015) a, justo diez años después, uno llamado “Live Laugh Love”.

No ha sido un arco emocional fácil para Earl Sweatshirt, seguro. El cinismo e incluso la misantropía que desprendían sus primeros trabajos estaban anclados en el trauma de la ausencia paterna y en el inevitable peso que su figura –recordemos, su progenitor, Keorapetse Kgositsile (1938-2018), fue un importante poeta y activista político sudafricano– ejercía en un joven Earl que, además, creció personal y artísticamente al lado de la panda de maravillosos tarados que conformaron Odd Future, convirtiéndose involuntariamente en una sensación de internet con apenas 16 años. Al diamante en bruto del colectivo le costó encontrar su sitio en el mundo en los primeros compases de la década pasada, aislado por una brillantez que, sí, nos dejó dos contundentes muestras de angst rap sin cortar –mención especial para “Doris” (2013)–, pero que al mismo tiempo parecían alimentar la propia depresión e insularidad de su creador. Con los años, Earl ha logrado recalibrar su posición como rapero de culto, encontrando poco a poco un espacio en el que sentirse seguro como figura reconocida –amada, incluso–; desde 2018 cada nuevo trabajo suyo ha sido un paso adelante en la maduración ya no solo de su estilo, sino de su propio crecimiento personal. “Some Rap Songs” (2018) marcó la pauta a seguir desde entonces a nivel musical –ese álbum no solo fue un punto y aparte para él, sino que además galvanizó toda una estimulante ola de hip hop abstracto–. Pero en lo referente a la sanación personal, Earl se ha tomado su tiempo para ir cicatrizando viejas heridas a la vez que construía un nuevo círculo, tanto vital como artístico. Su último álbum representa en cierto modo la culminación de ese camino, abrazando un joie de vivre casi insólito en sus entregas discográficas.

Sin miedo a usar ese término, este es el disco-de-madurez de Earl Sweatshirt. Una madurez encarada desde la vitalidad, la alegría y el amor, pero también desde la incertidumbre y el miedo a no estar a la altura de las circunstancias. A sus 31 años, Thebe Neruda Kgositsile acaba de ser padre por segunda vez, y esa hermosa responsabilidad –porque así ve él su paternidad, dispuesto a no repetir el ciclo del abandono: “God know my heart and that I’m out here tryna change the course, I’m working on it”, asegura en “CRISCO”– moldea en este disco su perspectiva vital. También lo hace la relación que mantiene con su esposa, la actriz y humorista Aida Osman, desprendiendo los versos más cándidos de su carrera, como “Both my ears ringin’ with your love” en una “TOURMALINE” que encuentra una cierta vulnerabilidad en unos fraseos melosos y somnolientos, casi cantados encima de un boom bap al trantrán. A lo largo del disco, Earl desprende serenidad y gratitud, optimismo y, sí, felicidad. “INFATUATION”, con su cálido sample vocal lleno de soul, es una invitación a bailar lentamente con los suyos, a celebrar todo lo conseguido, pero sin perder la humildad: “Gleaning what I can from what I have amassed / The space-time continuum bend, I’m sticking with the simple plans / I’m just a man”. Pero esa sensación de paz, de alivio, de satisfacción, sigue conviviendo con todo su bagaje acumulado. En este sentido el centro emocional del disco no es tan evidente y ya desde el propio título se despliega una polisemia actitudinal: “Live Laugh Love” como mensaje sacado de un póster digno de Mr. Wonderful del que el Earl adolescente se reiría. Pero también “Live Laugh Love” como una pulsión genuina al ver crecer a sus propios hijos, al hecho de formar una familia y a la sorpresa de verse abordado por una cierta nostalgia de la alegría infantil. La ironía cediendo espacio a la sinceridad; el mensaje actuando casi como una medicina espiritual capaz de curar incluso a la persona más escéptica.

Fácilmente se puede considerar “Live Laugh Love” como el reverso de “Some Rap Songs”. Ambos discos funcionan como un continuum de canciones breves –de impresiones fragmentadas, más que de relatos hilados– y ambos comparten la misma paleta sonora de samples de soul loopeados y chopeados hasta la abstracción –en la producción del disco han intervenido Theravada, Navy Blue, Black Noi$e y Child Actor–, pero donde la vanguardia del segundo podía transmitir la frialdad de una noche neoyorquina, el estilo del primero –igual de poco complaciente, pero desde un lugar que ya nos es familiar– se deja calentar por la luminosidad del sol angelino: “Everybody love the sunshine, shine like the boy Roy Ayers say / Can’t throw away my whole life standing in shade”, subraya, por si había dudas, en “Gamma (need the <3)”. Básicamente aquí Earl sonríe entre versos. La triunfalmente orquestal “Static” contiene uno de los flows más enérgicos y enfáticos de su carrera, mientras que el cartoonesco funky alucinado de “gsw vs sac” recuerda a otros momentos en los que Earl se ha permitido restarle pathos a su sonido (“EAST”, “2010” o sus colaboraciones con El Costeau y Niontay).

Todo tiene un tono poético y jazzístico (no tanto a nivel musical como de vibe) en el que las letras de Earl, por su tendencia intuitiva a la abstracción y a la pincelada, también por su obsesión por el lenguaje y la simbología, adquieren una cualidad casi mántrica. Ahí están los arpegios que hipnotizan el beat de “FORGE”; el coro distorsionado que da al drumless de “CRISCO” una atmósfera de góspel cannábico, entre la pesadilla y la iluminación cloud rap; o las repeticiones –psicodélicas, progresivas, barbitúricas– en “Heavy Metal aka ejecto seato!”, abriendo el fluir de la consciencia hasta dar con una de las frases más reveladoras y visualmente potentes del álbum: “2016, I had a dream of my son crawling around on the ceiling / But I had never seent him”. Si, además, le añadimos el juego con la mezcla, con beats que se esconden para luego volver a sacar la cabeza, el álbum adquiere una lógica casi onírica. La segunda parte de “Live”, tras un cambio de instrumental propulsado por el sentimiento de Earl (“I feel it in my— / I feel it in my— / I feel it in my soul”), se siente como entrar en la materia gris del cerebro del rapero, con la alegre base de jazz previa ahora ahogada en sus propios pensamientos y convertida en un funk sincopado, de colocón en el sofá.

El chipmunk soul con brisas dub de “exhaust”, con vocales adicionales de Erykah Badu, pone el broche de oro a un álbum que no solo presenta a Earl Sweatshirt ejerciendo en lo más alto de su arte, sino también, probablemente, en el punto más dulce de su vida personal, reconciliado con su pasado y, sobre todo, con su presente: No amount of sugar gon’ help with the taste / At the end of the day / It’s really just you and whatever you think”. Uno de los discos más honestos del año. No solo en el hip hop. ∎

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