Si empiezas a escuchar “Perverts” en Spotify, podrías pensar que otra vez la aplicación tiene ese problema que hace oír todo a la mitad de velocidad, pero no, en realidad el disco es así. Ethel Cain ya se lo había advertido a Kiernan Shipka en ‘Interview’ hace casi dos años: su idea era ir en la dirección que siempre había querido seguir y hacer “canciones de entre 10 y 20 minutos, empapadas en reverb, lentas y superrepetitivas”. Si te enamoraste de ella tarareando sin parar el stadium pop de “American Teenager”, lo tienes crudo; si soñabas con la versión más extrema y aislacionista de lo escuchado en “Preacher’s Daughter” (2022), igual has encontrado tu disco del año en enero. Casi 90 minutos de oscuro, deprimente, solitario, claustrofóbico, agónico y… bello disco.
Cain ha compuesto y grabado, mezclado y producido ella misma un álbum sin apenas concesiones a algo que rime con accesibilidad. Tan solo se acerca realmente a eso el avance “Punish”, una perla slowcore en la línea de su versión del “For Sure” de American Football. Casi happy hardcore en comparación con la balada country “Vacillator”, de batería incluso más lenta que la de Chris Brokaw en Codeine, como corresponde a una canción que parece girar en torno a la parálisis del abuso.
La mayoría de veces, la arriesgada jugada sale bien a Cain. “Onanist”, con su piano hauntológico y sus voces distantes, tiene algo de esbozo perdido de los This Mortal Coil de “Filigree & Shadow” (1986); es decir, tiene su verdadero qué. Y puede no ser fácil mantener la atención del oyente con spoken word y drone durante quince minutos, pero ella lo consigue en “Pulldrone”. Mejores aún son los casi diez minutos de soundscape suciamente acústico (piano, guitarra acústica, ruido y más ruido) de “Etienne”.
En alguna otra ocasión, es posible que Cain cruce la delgada línea que separa la libertad de la excesiva autoindulgencia. “Housofpsychoticwomn” –el título debe hacer referencia a “House Of Psychotic Women”, el libro de 2012 en que la crítica de cine Kier La-Janisse filtraba su autobiografía a través de una historia de la neurosis femenina en el terror y la exploitation– empieza intrigante, pero su drone tiene limitado potencial de fascinación; ese “I love you” gutural repetido ad nauseam acaba pareciendo “love bombing” del peor. Y el largo prólogo dark ambient “Perverts” no es la mejor puerta de entrada a un disco con momentos igual de experimentales, pero mucho más interesantes.
Originalmente, el álbum iba a ser un estudio de los pervertidos, idea inspirada por la lectura del libro de relatos “Knockemstiff” (2008) de Donald Ray Pollock. Al parecer, de aquel concepto solo quedan dos cortes compuestos muy al principio, “Punish” (sobre un pedófilo que recibió un disparo del padre de su víctima y que se hace daño a sí mismo para volver a sentir el dolor de la bala) y “Amber Waves” (sobre cambiar el amor por un colocón químico más artificial), pero también habría encajado algo como “Onanist”, cuyo título ya indica de qué clase de (supuesta) perversión hablamos. ∎