Álbum

Extremoduro

AgilaDro East West, 1996

Desde que Albert Pla ha decidido reivindicar a Extremoduro, recogiendo su influencia musical y poética, parece que Roberto Iniesta sea un talento recién caído del cielo a quien le sonríe el capricho mediático. No nos equivoquemos. Ni “el Robe” es un advenedizo ni “Agila” su álbum de debut. Sí es su mejor disco, el mejor escrito, musicado y producido, pero para llegar hasta él hay que rastrear en su pasado, en aquel rock transgresivo, extremo y duro, y, sobre todo, en el camino abierto por su cuarto LP, “Dónde están mis amigos?” (1993): rock a cara de perro.

De ese pasado ha aprendido a pasear por dentro de sí, buscando lunas, poniéndose bien para olvidar, masturbándose para recordar, bebiendo para encontrar un instante de lucidez y sacar pecho, orgulloso (“Si me quieres arrodillar / córtame las piernas y aún podré volar”). Pasea puesto, hojeando a Machado, Neruda y Miguel Hernández, y escribe grueso y fuerte sobre una realidad ignorada por muchos, pero tan cierta que a su paso desmorona cualquier andamiaje teórico levantado desde la ignorancia. Poco importa el qué dirán cuando alguien se mueve llamando a las cosas por su nombre: “Si todo me sale de color rosa / te prometo que esta noche tú no duermes sola / Si nada me sale, ¡vete a hacer puñetas!”; ni machismo ni pollas. Es un paseo preñado de anhelos y desilusiones, de necesidad y abandono (“Yo me quedé con su olor, ella me arrancó la piel”), con lugar para la risa, pero no para hipócritas mitificaciones del lado salvaje (“No sé si atracar un banco o irme a desintoxicar / ¿para qué quiero el dinero? si todo me sienta mal”), así que olvídate de Corcobado, membrillo.

Lo creas o no, “Agila” es uno de los discos del año. No podía ser de otra manera con canciones como “So payaso”, “¡Qué sonrisa tan rara”, “Prometeo”, “El día de la bestia” o la versión de “Me estoy quitando”, de Tabletom. Y si no lo crees es tu problema, no el mío. ∎

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