Si algo hay que reconocerles a Fontaines D.C. es que saben jugar al despiste. En solo cuatro años de trayectoria han lanzado ya tres álbumes y en cada nueva jugada entran por una banda diferente, a una velocidad diferente, regateando por el interior o colgándola al área. Lo que en “Dogrel” (2019) parecía otra formación más para un género en recomposición, alineada con IDLES, Shame o Fat White Family y por entonces también con The Murder Capital, pronto dio signos de apartarse conscientemente en favor de territorios más melódicos y un envoltorio más pop, sin renunciar, eso sí, a letras agrias y reflexivas, una latente oscuridad y un contenido en mayor o menor medida político. Todo ello explica en parte que los irlandeses encarnen tan bien esa paradoja entre representar a los nuevos U2 y negar completamente la mayor: es indiscutible que la trilogía que cierra este nuevo “Skinty Fia” tiene los aires del tridente conformado por “War” (1983), “Under The Blood Red Sky” (1983) y “The Unforgettable Fire” (1984). Y que ambas bandas –cada una desde su contexto histórico– parten del tenebrismo motóriko que aporta el post-punk como lengua vehicular y se han ido abriendo progresivamente a la luz, que las dos enarbolan un cierto compromiso político relacionado con la situación contextual de la Irlanda en presente y que comparten el incipiente éxito en los EEUU. Pero no se puede comparar el impacto de una banda independiente con el de un mastodonte revienta-estadios; solo sabremos el alcance de esta semblanza el día que Fontaines D.C. publiquen su propio “The Joshua Tree” (1987), su propio “Achtung Baby” (1991).
El hoy es un paso de equilibrio en el que cobra protagonismo la intensidad, en el que regresan a la penumbra de “Dogrel” y en el que, al mismo tiempo, caben más baladas. En el que conviven destellos del rock británico de estadios de los 90 y la efervescencia festiva de Madchester. En el que, contra todo pronóstico por el camino de la mesura, ofrecen su versión más sólida. Una que cierra simbólicamente la etapa de construcción de la banda y que los sitúa como uno de los actos de rock más importantes del mundo a día de hoy. “Skinty Fia” es, además, el primer disco que componen como “londinenses”, y gran parte de sus nutrientes están en la nostalgia de Irlanda y en la reflexión sobre las circunstancias políticas que rodean la relación entre la isla y la pérfida Albión, siempre desde el punto de vista de los individuos. Aparte de que el título proviene de una expresión tradicional irlandesa que significa literalmente “la maldición del ciervo”, las cartas en la mesa desde el minuto uno con “In ár gCroíthe go deo”: cuenta en un ominoso crescendo que no termina de explotar la historia real de una mujer a la que le prohibieron grabar esa expresión irlandesa –que significa “por siempre en nuestros corazones”– en su lápida por considerarse una potencial provocación hacia la comunidad británica.
“The Couple Across The Way”, por ejemplo, responde a la intención de hacer una canción irlandesa al estilo tradicional, una idea que Fontaines D.C. barajaron para todo un disco “B” que complementara “Skinty Fia” y que permeó en la manera de afrontar muchos coros del álbum. “Bloomsday” se recrea entre guitarras lisérgicas con el recuerdo del 16 de junio, día en el que se conmemora en Irlanda la figura de James Joyce, y la espectacular “Roman Holiday”, a medio camino entre –llámenme loco– The Verve, Oasis y Nirvana, aborda la idea de sumergirse en una ciudad que no es la tuya y encontrar pequeños grupúsculos con los que compartes orígenes en los que sentirse como en casa.
La añoranza, la soledad, el descontento político, el manejo del ego y de las inseguridades o la ansiedad que es ya endémica y generacional conducen a la otra mitad de canciones del disco, encontrando el punto de enlace en la homónima “Skinty Fia”, un bizarro ejercicio de Madchester sobre la autodestrucción. Fontaines D.C. manejan los problemas como pueden, entre ira, adicciones y relaciones condenadas al fracaso. “No hay esperanza sin tragedia”, le dijo Grian Chatten a ‘Rolling Stone’, y es esa idea la que rodea la visión del amor como algo que te consume que ofrece “How Cold Love Is” –con ecos de los The Cure más etéreos– o la declaración de “Jackie Down The Line”: no te acerques a mí porque “te haré daño, te devoraré”; siempre me pongo a mí por delante. De sentirse sistemáticamente vacío pese al éxito y de combatir el ego y vivir una vida normal va “Big Shot”.
Pero la sublimación del disco –y de la banda; seguramente sea su mejor tema hasta la fecha– llega hacia el final, con “I Love You”. La canción más personal de Grian cuenta la historia de un cantante de éxito irlandés que, según va viendo el mundo, según va entendiendo la situación entre su país e Inglaterra, va desencantándose, bombo mediante, hasta reventar. Lo instrumental hierve progresivamente con la decadencia hasta quedar suspendido en el aire, flotando sostenido solo por la caricia de unos acordes de guitarra acústica. “Nabokov” la sigue a modo casi de epílogo, compartiendo sonoridad entre intensa y frenética, recordando a Happy Mondays, regresando a los temas personales y rubricando esa dualidad que presenta el disco y que tanto les gusta a Fontaines D.C. Misión cumplida. ∎