Álbum

Frankie Cosmos

Inner World PeaceSub Pop-Popstock!, 2022

En su ya quinto álbum de estudio, el primero alias y después ya grupo, Greta Kline sigue depurando a la vez que expandiendo una fórmula de engañosa simplicidad. Lo suyo son, en teoría, las canciones indie pop de, casi siempre, menos de tres minutos, con estribillos que tienden al minimalismo. Pero faltaría añadir que esos estribillos pueden sonar una sola vez, que puede haber giros melódicos abruptos y que, en definitiva, lo conciso no quita lo progresivo.

Otro rasgo a apuntar, confirmado con este “Inner World Peace”, sería el interés de Kline por probar con horizontes sónicos ligeramente diferentes en casi cada entrega. De lo solitario y ultra-lo-fi saltó a un sonido más pulido (en el EP “Fit Me In”, de 2015) y de ahí al formato grupo (con “Next Thing”, de 2016) e incluso las segundas guitarras (denso “Vessel”, de 2018). Tras el menos sorprendente “Close It Quietly” (2019), Frankie Cosmos entregan con “Inner World Peace” el que ellos catalogan como su disco “ambient” y “psicodélico”, según cuenta Katie Von Schleicher (coproductora del mismo) en hoja de prensa. ¿Cuánto hay de verdad?

Bastante, no se crean. En la larguísima (para sus cánones) “Empty Head”, cinco minutos de canción, nada menos, sintes y armonio sirven el colchón sobre el que Kline consigue meditar no por mucho tiempo; enseguida, sus pensamientos vuelven a acelerarse y el grupo se lanza a un trote indie rock más familiar. Más adelante, “One Year Stand” se alimenta de los drones de Lauren Martin en Hammond y sintetizador. Por la parte más psych, llaman la atención la línea de bajo estilo Herbie Flowers de “Aftershook” o la deriva repetitiva de una “A Work Call” bajo el posible influjo de Stereolab.

A nivel de letras, Kline sigue demostrando capacidad de observación y condensación: los misterios de la vida capturados al vuelo (como su querido Frank O’Hara cazaba momentos a la hora de comer) y, si no resueltos, hechos más fáciles de soportar con pocas palabras bien dispuestas. Cuando parecía que estaba empezando a salir de sí misma, la pandemia la llevó a irse a vivir con sus padres (Kevin Kline y Phoebe Cates: así cualquiera) e insistir aún más de lo normal en hacerse preguntas sobre sí misma. “¿Quién soy?”, claro. Pero también, según ha explicado: “¿Importa acaso la respuesta?”.

Es decir, igual que al final de“A Work Call” el grupo parece dejarse ir, aunque sea de forma controlada, Kline parece en estas canciones perdonarse a sí misma por quien pudo ser o pudo hacer y flirtear con la idea de existir sin autojuzgarse a cada minuto. Puede relativizar versiones anteriores de su personalidad (“Abigail”, ya en mágica maqueta en el recopilatorio “great scraps”, de 2020), reírse de su antiguo afán por ser fabulosa a todas horas (“Magnetic Personality”), lamentar (o no tanto) las arrugas que deja eso de sonreír por amor (“Wayne”), o resistirse con ironía a la vida adulta (“Prolonging Babyhood”): “No quiero alimentarme a mí misma / no quiero pensar en el futuro”. Le ha quedado un gran disco de terapia pandémica. ∎

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