Gaz Coombes prosigue su andadura en solitario con este cuarto disco, donde construye una amalgama estilística con base de actitud crooner, aspecto de rock clásico y pose de vanguardia. Lideró a Supergrass, una banda que siempre se caracterizó por su forma de dinamizar el britpop para ofrecer una buena dosis de espontaneidad y originalidad a su pop-rock sin complejos. Y la estela musical de Coombes se amplía en una dimensión cada vez mayor, buscando su lugar, una personalidad con la que moverse libremente. Pero resulta que también parece querer atrapar el rastro y la estela de algunos grandes del panorama británico como Thom Yorke –o Radiohead, quizá porque trabajó antaño con Nigel Godrich–, Richard Ashcroft o incluso Richard Hawley.
Me sorprendió en su momento con su anterior disco, “World’s Strongest Man” (2018), que tenía buenas dosis de rock pero también su punto primitivo, progresivo y psicodélico en canciones como “Walk The Walk”. Con “Turn The Car Around”, más que girar en torno a ese concepto, lo que hace es seguir su camino, una estela enmarcada en canciones con cadencia de singer-songwriter del siglo XXI, de vuelta ya de todo y sin pretensiones comerciales, pero motivado para mantener su integridad.
El disco arranca con “Overnight Trains” tirando de texturas Pink Floyd y respirando algunos dejes de Jack White. El piano, los teclados y la guitarra punzante de “Don’t Say It’s Over” parecen mirar al continente americano y a sus raíces. “Feel Loop (Lizard Dream)” escarba unos beats y unas estructuras repetitivas, riffs incluidos, que conectan con los Radiohead de “Kid A” (2000): hasta en el estribillo y sus coros hay cierto mimetismo. “Long Live Strange” imprime una épica muy en la onda de clásicos brit como Ashcroft. No es la originalidad la que preside este trabajo discográfico, pero sí el buen hacer. Y un saber mezclar con criterio elementos de géneros como el pop, el folk y el rock para adaptarlos a su gusto y que las canciones brillen y no cojeen.
Quizá Coombes sobresalga en los medios tiempos, cuando tira más hacia lo acústico y a los detalles que embellecen la canción, como ocurre en “Not The Only Things”, donde mi imaginación quiere ver que también está Paul Weller pero sin ese poso mod de pátina soul. El riff de “This Love” conecta con The Black Keys; sin embargo, la atmósfera suena británica. “Soony The Strong” rezuma esencia rock. Coombes remata el disco con “Dance On”, una balada muy Bowie que recrea la magia del glam pero también de la música de los sesenta o las producciones de George Martin. Sí, hemos recurrido a muchas comparaciones y conexiones, pero pese a eso el de Oxford consigue articular algo propio. No todo el mundo logra alcanzar esa capacidad para crear canciones con halo singular, que dejan un rastro al que anclarse mientras miras de reojo en el espejo la historia de la música popular. Y Coombes aparece ahí, alineado con ella. ∎