Antes de entrar en “Mountain” convendría repasar un poco la carrera de un artista no precisamente novel como Graham Reynolds. Nacido en Frankfurt, 54 años, residente en la texana ciudad de Austin y miembro de proyectos experimentales como Golden Hornet o Golden Arm Trio, ha destacado especialmente por trabajar con Richard Linklater en las bandas sonoras de películas suyas como “Una mirada a la oscuridad” (2006) –basada en un libro de Philip K. Dick– o el último capítulo de la trilogía romántica con Ethan Hawke y Julie Delpy, “Antes del anochecer” (2013). También cuentan en su haber partituras para el cine mudo –recomendamos “The Lodger” (1927), de Alfred Hitchcock, también editada en 2020 por Fire Records–, series de televisión, teatro, ballets y demás ámbitos como la música en vivo. “Mountain” podría catalogarse como el estreno largo de Reynolds en el mundo del pop, o casi.
De portada setentera, el mayormente instrumental “Mountain” no decepcionará a quienes esperen una música elocuente, a menudo expansiva, y explosiva, liberada en esta ocasión de los pasajes incidentales que suele exigir la música escrita para el cine, que no le hace ascos a la improvisación ni a la mezcla de timbres y que es sutilmente deudora del rock progresivo, quizá del sinfónico, sin duda del krautrock –no debe de ser casual la melena que exhibe Reynolds en las fotos promocionales–, influencias que hibrida sin complejos incorporando jazz, clásica contemporánea y todo lo que se le ocurre. Temas como “Prophet Harmonic”, procedente del EP “Music For Prophet” (2024), recuerdan a Popol Vuh, otro proyecto interesado en traducir el poder telúrico de sierras y macizos a visuales sensaciones musicales.
La escalada comienza en “Monadnock”, un conocido monte rocoso de Nueva Inglaterra –que Reynolds ha llegado a culminar según nota de prensa–, miniatura sonora que da paso a las atmósferas misteriosas de un número proteico en elementos expresivos como “The Lost Weekend”. Al parecer inspirada en la película homónima de Billy Wilder –aquí “Días sin huella” (1945)–, oscila entre el neoclasicismo de Hans Zimmer, el sentido melódico de Ennio Morricone y el ambient de Brian Eno, seguida de “Great Western”, donde reaparece el pedal steel guitar ya presente en “Monadnock” aderezado de un original breakbeat. A Reynolds le gusta sorprender con texturas contrapuestas pero también es un maestro en el control del tiempo narrativo. Las atmósferas porosas a los sonidos de campo tipo Jóhann Jóhannsson de cortes mágicos como “Long Island Sound” se intercalan con piezas donde el mercurial compositor da rienda suelta a su vena más extrovertida.
No faltan theremines ni las interioridades sintetizadas de maestros como Angelo Badalamenti en temas como “Caretaker Of Kings”. La serpentina ”Enchanted Rock”, otra cima ganada por nuestro avezado montañero, esta vez situada en Texas, la música de cámara febril de “Mountain Part 1”, como en un cuadro de Caspar David Friedrich, y “Mountain Part 2”, donde su enigmático personaje parece rodar ladera abajo rodeado de zarzas hirientes, frenéticos glissandos y demás disrupciones de arraigo percusivo, añaden un plus de dramatismo a la aventura montaraz que se ha permitido Reynolds y que finaliza con la lírica “Linger In Silence” –también está en “Music for Prophet”–, cantada por la italiana Marta del Grandi y el acompañamiento vocal de Jad Fair entre un son de tambores, pianos, sinfonismos varios y más ingredientes de sincretismo abrumador. A juzgar por “The Lost Weekend (Revisited)” y “Splendour Falls”, todo parece acabar metafóricamente bien en este periplo producido y mezclado por el extraño dúo inglés Peter Talisman. ∎