Álbum

Herbert & Momoko

ClayAccidental-Strut, 2025

La pandemia le sirvió a Matthew Herbert la excusa perfecta para retomar su faceta más doméstica como simplemente Herbert después de unos quince años alejado relativamente de ella, dedicando su alias housero a esa parte más club que también siempre tuvo y más concentrado en los trabajos mucho más oscuros, ominosos y apocalípticos, impregnados de tintes políticos y reflexiones sociológicas, que definen su discografía como Matthew Herbert. Después de años avisando del colapso de nuestra civilización, invitándonos al debate y a la escucha activa para/con el mundo que nos rodea a través de discos hechos con los sonidos de una bomba explotando en Libia, los del cuerpo humano en todas sus fases o los que produce un cerdo en su viaje desde la granja al plato, pasando por el traumático momento del matadero, y después también de los experimentos colaborativos con claro poso reivindicativo que acompañaron a su Big Band mientras se dilucidaba el Brexit y de completar su doctorado en ética en la composición con sonidos, el productor británico bajaba las armas en “Musca” (2021) y se recluía, aunque fuera obligado por el mundo, en busca de un entorno para componer más íntimo e introspectivo, contrapartida luminosa a su cada vez más frecuente trabajo como compositor de bandas sonoras, codificado más en los códigos del dark ambient.

Aquel álbum colaborativo realizado totalmente en remoto con ocho cantantes y una banda de seis músicos pretendía, en palabras del propio Herbert, “navegar los retos y las alegrías que acompañan a nuestras relaciones más íntimas mientras vivimos tiempos tan tumultuosos, no solo con el COVID, también con el supremacismo o el avance de la violencia política y estatal y del fascismo en Internet, o la crisis climática”. Adoptaba una forma más “amable”, sí, pero seguía dando vueltas a conceptos apocalípticos relacionados con la visión de un mundo distópico y en decadencia inevitable. Así que no era doméstico per se, pues aunque se manejaba en esos términos a nivel sonoro no dejaba de fijarse en el colapsante mundo exterior. Ahora, con “Clay”, y de la mano de la baterista, performer y vocalista británica de origen japonés Momoko Gill, Herbert se pone en modo casero de verdad con un trabajo que habla más de las guerras que suceden entre cuatro paredes que de las de ahí fuera, y que es el que más conecta de toda su discografía con “Around The House” (1998) y “Bodily Functions” (2001), completando lo que podríamos llamar su particular “trilogía doméstica”: house de bajas revoluciones, alegre, soleado y juguetón pero también profundo, con ambición orgánica y una construcción minuciosa a base de samples de todo tipo de instrumentos y objetos cotidianos –lo “accidental”, que no por nada da nombre a su sello, Accidental Records–; mucha presencia de la melodía y un pulso muy relacionado con el downtempo como el que protagoniza los dos singles más claros del disco, las progresivas, atmosféricas e hipnóticas “Need To Run” y “Babystar”.

Y al mismo tiempo, quizá por su naturaleza de disco conjunto, “Clay” se separa en cierto sentido de cualquier trabajo firmado como Herbert abandonando en parte lo “electrónico” y poniendo a Momoko como centro absoluto, construyendo la sustancia del disco, a la manera de un productor, con y en torno a sus voces. No son solo el eje melódico de todas las canciones, también componen, cortadas y sampleadas como en “Mowing” o “Babystar”, toda una coral para armonizarlas, y acercan el trabajo por momentos, sobre todo en la inicial “Calm Water”, al neosoul británico, o a la balada cinematográfica en “Heart”, piano y electronics en el que es el único dueto del disco.

Por supuesto no es que Herbert se aleje del deep house, ya lo hemos dicho, y de hecho “Mowing” es como sumergirse en la discoteca de un barco hundido y “Fallen Again” podría considerarse hasta continuista con el estilo clásico del productor, con su minimalismo y su toque de exótica baleárica. Más bien es que ha encontrado una forma –nueva para él– de poner la electrónica al servicio de un propósito esencialmente orgánico, conectivo, que se pueda tocar, y en eso también tiene mucho que ver la presencia de Momoko a la batería: en “Animals”, por ejemplo, se enreda con el piano de Herbert en una pieza que podría recordar a Fiona Apple si no fuera por lo etéreo de su voz, pero sobre todo define el fuerte espíritu percutivo de momentos como “More And More”, casi un trip hop, del deep house más experimental que es “Show Me” o, sobre todo, de una “Someone Like You” más jazzy, à la “Bodily Functions”, que termina convertida casi en una samba lounge. Al final, ni en un trabajo como este, hecho por el placer de hacer música y sin mucha pretensión ni mucho mensaje que analizar, Herbert no renuncia ni a la que ha sido una de sus grandes preocupaciones a lo largo de estos ya treinta años de carrera, ese tacto que nos hace humanos, ni a su idiosincrasia propositiva, y ahí está ese extraño cierre que es “Circle Shore”, en forma de tapiz de instrumentos sampleados, para recordarlo. ∎

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