Una vez más, Hidrogenesse nos lo ha puesto fácil a los fans del humor. Pero no, “Jo Jo Bo Bo” no es un remedo musical de “El robobo de la jojoya”. El muy cinematográfico “Jo Jo Bo Bo” solo se parece a la monstruosidad de Álvaro Sáenz de Heredia junto a Martes y Trece en el juego silábico. Su origen es “Joterías bobas” (2019), su excelente álbum prepandemia –y ahora preguerra–, cuyo título se inspiraba en la misma expresión mexicana que alude a “tonterías de mariquita”. “Jo Jo Bo Bo” denota ahora “repetición”, sentido principal, no el único, de este engañoso disco de transición.
Emparentado con clásicos del género de reelaboraciones “con intención” –no un mero sumatorio de remezclas–, como “Love And Dancing” (The Human League, 1982), “Non-Stop Ecstatic Dancing” (Soft Cell, 1982), “No Protection” (Massive Attack V Mad Professor, 1995) y “Slender Sherbert” (Momus, 1995), o con “Bestiola” (2008), de ellos mismos, “Jo Jo Bo Bo” tampoco es un disco de encargo. Su único input “externo” pertenece a Jarvis Cocker –junto a Jason Buckle–, o sea, JARV IS..., para el tema “Brujerías jotas”, aquí reapellidada “Miss Jones Hula Hoop Remix”. Una de las ventajas de la música, y que la distingue del resto de artes, es su enorme maleabilidad. Arma de doble filo que Hidrogenesse, de nuevo, manejan con pericia, maestría y detallismo.
Aunque lo fácil es leer “Jo Jo Bo Bo” como un pasatiempo de encierro, su publicación llega en un momento que se antoja casi necesario. Los deseos-antídoto de “Brujerías jotas” –arroz en su punto, geranios siempre verdes, zapatos nuevos que no hacen daño, la llamada al rezo– cobran en estos momentos de locura colectiva más sentido que nunca, tanto líricamente como en la nueva existencia burbujeante con toques sci-fi que aporta el ex-Pulp, frente a la sombra orwelliana que se nos avecina. La tendencia del ser humano a convertir la belleza –la más querida y cotidiana– en un escombro también puede combatirse con creatividad individual –siamesa, en el caso de Hidrogenesse–.
El socorrido dub se presenta en tres cortes más: “De repente hay un espejo”, recreación tropical de “Lloreír”, su éxito paradójico con la inefable Terremoto de Alcorcón; la latina “Vai dar certo”, que da extendida cuenta de “Claro que sí”, y “La carta era muy larga”, nuevo avatar de “La carta exagerada”, con el “ding dong” de Ibon Errazkin y Teresa Iturrioz en embrujado primer plano. “El fuego no calienta”, algo así como una radiografía cuántica de “Se malogró”, también juega con su espléndida base melódica y sintonías caseras potencialmente reconfortantes, como el timbre de la puerta o el tic tac del reloj.
Hidrogenesse, que siempre ponen mucha ciencia en las letras y títulos de discos y canciones, aprovechan esta nueva oportunidad para “remezclar” también las palabras, expresando de esta forma ideas, emociones o sentidos sepultados en las inevitables elecciones iniciales. Es paradigmático “En barca bajo las estrellas”, que esparce en clave clasicista-Tomita-Debussy la magia onírica y melancólica de “Xochimilco”, uno de los mejores cortes de “Joterías bobas”. Este tipo de electrónica más pura también brilla en la fantasmal “Amigos que ya no vemos”, versión ácida y minimalista de “Teclas que no suenan”. Prueben a sincronizarlas y quizá toquen el cielo de la mezcla en vivo.
Un tercer código de trabajo en “Jo Jo Bo Bo” sería el orquestal, latido estético que la pareja suele contener en su huida de todo lo que huela a trágico o intelectual, pero que esta vez licencian berlangianamente en “Tus palabras en mi oído” –especie de precuela recitada de “La cita” y, según explican en la nota de prensa, un guiño al “Bright Red” de Laurie Anderson y Lou Reed–. También sucede en las sinfónicas “La cita (dos años después)” y “La cita (instrumental filarmónico)”, cortes inaugural y final de un álbum con coherencia “de ciclo” –salvo en el caso del vinilo, donde han excluido el último, seguramente por razones de espacio–, síntesis fragante de staccatos y pizzicatos, de los ABC de “The Lexicon Of Love” (1982), de Colombier, Legrand y Demy, incluso de los visuales de Saul Bass, de una “jojoya” ciertamente nada “boboba” por no conformarse simplemente con barajar lo que hay, como sugiere su título, sino por aportar nuevos colores y notas, palabras y ritmos, a un cosmos sonoro y significativo, el de “Joterías bobas”, que consiguen enriquecer y revivir. ∎