Estamos inmersos en una era donde se celebra con entusiasmo lo de ser un forastero, y de esto Alynda Segarra –la jefa de Hurray For The Riff Raff– sabe mucho. Los propios Grammy han rescatado a figuras como Joni Mitchell o Tracy Chapman y este disco podría estar bastante cerca de titularse “Las aventuras de Huckleberry Finn” (Mark Twain, 1884-1885) o algo así como una “Hurrayberry Riff”.
Mientras que en su disco anterior, “LIFE ON EARTH” (2022), su debut para el sello Nonesuch, la electrónica temblaba como una nueva vida a punto de renacer, en “The Past Is Still Alive” se alcanza un apogeo liberador de pandereta, saxo, batería y guitarra. De todas maneras, esperábamos momentos instrumentales más ambiciosos.
Recordemos rápidamente lo que ya viene impreso con la marca de la casa, su oda al “Riff Raff”: los raros, los poetas, las mujeres rebeldes y los activistas a quienes la sociedad ignoraba. Estas eran las personas que mantenían a Segarra en marcha mientras trazaba un camino itinerante desde su complicada infancia en el Bronx hasta su hogar de toda la vida en Nueva Orleans. Desde esas matinés hardcore del Lower East Side en su juventud hasta su escapada saltando trenes de carga. Por fin, en “The Past Is Still Alive” Segarra narra su propia historia, intercalando reflexiones conmovedoras sobre el amor, el destino, la evolución de Estados Unidos y, sobre todo, la pérdida. En marzo de 2023, cuando volvió al estudio de grabación en Carolina del Norte para trabajar en el álbum, no estaba segura de cómo sería la sesión, ni siquiera si podría afrontarla. Un mes antes, su padre, Jose Enrico “Quico” Segarra –punto de inspiración y aliento para ella–, había fallecido. Su ya conocido productor Brad Cook le abrió el camino.
Todas estas historias se encuentran en sus canciones. “Alibi”, el tema de apertura, es pura resiliencia, donde la vida aún puede sorprenderte con dos ases bajo la manga. Una llamada a esos amigos que están en plena autodestrucción. El arreglo, el órgano y los estallidos de pandereta suenan más liberadores que nunca. Enseguida da paso a “Buffalo”, con ese “Two weeks just to catch the buffalo”, precisamente la más catchy pero también la más cansina de todas, para hablar de la supervivencia de la especie y la fragilidad de la vida.
“Hawkmoon”, su último sencillo, es la favorita del disco. Trata sobre los recuerdos de la primera mujer trans que conoció y no volvió a aparecer. En “Hourglass” nos muestra cómo el tiempo se desvanece aunque todavía tienes muchas cosas por decir. Y, a dúo con Conor Oberst, nos encontramos en medio de un vals en “The World Is Dangerous”, pero, más que a bailar, este tema desgarrador te invita a abrazar a alguien cercano. El 25 de mayo, en su actuación en el festival Tomavistas, buscaremos el/la compañero/a ideal para hacerlo.
Otro de los mejores hallazgos es “Snake Plant”, donde se retratan encuentros íntimos y la creación musical en una isla de basura en San Francisco. En “Colossus Of Roads”, la más devastadora de todas, nos hallamos en pleno tiroteo en el Club Q de Colorado. Las carreteras de “Ogallala” –una ciudad en el estado de Nebraska– son el cierre catártico perfecto.
Hay mucho en “The Past Is Still Alive” del anhelo de exploración –pero también de la cruda desigualdad– que abrazan algunas comunidades, como ya hicieran en su día las escritoras Louise Erdrich y Julie Otsuka, a las que Segarra referencia. Lo que sabemos es que no es fácil sobrevivir en la jungla musical de la americana, pero nadie tiene dudas a estas alturas de la figura multifacética que representa esta artista para el folk moderno. Seguro que todavía tiene muchas cosas que decir, aunque igual es hora de cambiar de tercio narrativo. ∎