Álbum

Japanese Breakfast

For Melancholy Brunettes (& sad women)Dead Oceans-Popstock!, 2025

Michelle Zauner consiguió con sus tres anteriores álbumes un timbre emocional prodigioso que le permitió conectar con los de su generación, pero también cazar admiradores de mayor edad. Un contrato de intimidad con los suyos al que también contribuyó la salida de “Lágrimas en H Mart” (2021; Neo-Cook/Neo-Sounds, 2023), unas memorias en las que narraba la muerte de su madre y el descubrimiento de su herencia coreana. El burbujeo pop y la candidez con los que impregnó sus primeros trabajos deja ahora paso a lo que se puede entender como una madurez musical acorde a su franja de edad. 36 cumplió el pasado 29 de marzo.

Lo que primero que salta al oído de su cuarto álbum de estudio, “For Melancholy Brunettes (& sad women)”, es un alzamiento musical que pasa por aparcar su compromiso con la baja fidelidad y el DIY para entrar en su disco más producido, más enzarzado en el estudio, y con más ornamentos musicales. Su voz, y su tendencia melancólica, siguen guiando el recorrido, pero ahora su capacidad instrumental se expande, y no siempre para mejor, hacia otros derroteros. Y en buena medida hay que achacarlo al desempeño del afamado productor Blake Mills. Con la interfaz de este, el sonido de la estadounidense se sofistica y gana en corporalidad.

Lo expone sin preámbulos con las arpas que dan la bienvenida al disco en “Here Is Someone”. Una primera caricia modulada por distintos paisajes instrumentales. Le sigue “Orlando In Love”, canto jubiloso romántico que recupera su lado más tierno y luminoso. Nuevo baño dulce, sin caer en lo empalagoso, con “Honey Water”, que transmuta hacia el shoegaze en su tramo final. La melancolía imperante adquiere tintes dramáticos en la triste balada “Little Girl”. Todo lo que tiene de triste lo tiene de hermoso. Eso sí.

Sobrepasado el ecuador, “Picture Window” infunde ritmo con este relato sobre el amor y su inevitable compañera: la pérdida. Las sonoridades country insinuadas en la anterior cobran mayor determinación en la inesperada colaboración con Jeff Bridges en “Men In Bars”, un reposado corte marcado por el sonido de la steel guitar. “Winter In LA” es otro asalto dulce al lóbulo frontal con instrumentalización orquestal que no menoscaba la hermosura vocal de Michelle, sino que la ensalza.

Japanese Breakfast ha perdido esa jovialidad envidiada y esa candidez y ternura de adhesión inmediata, pero su sonido absorbe nuevos matices; nuevas señales de aprecio en una madurez que predispone a pensar en una carrera de interés extensible. ∎

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