La gracia de
Joe Crepúsculo es que desde una estética descacharrada hace pop radiante y festivo: temazos, por usar su pimpante terminología. Revelador en
“Escuela de zebras”, dominador en
“Supercrepus” (ambos publicados en Producciones Doradas en 2008), el verbenero teclista y perturbador cantante barcelonés intenta ofrecer una especie de sonido profesional en su tercer álbum en año y medio; aquí el pop adquiere un aspecto tan inocente, tan ambicioso, que no parece albergar rastro de ironía. Y eso resulta raro. O redobla la ambigüedad, según se mire, porque al final ni los solos limpios de guitarra, ni las españoladas, ni los coros Kiss FM, ni los
fade out, ni los ritmos de karaoke, ni la filosofía barata de las letras evitan el contraste entre lo impecable y lo cutrelux, entre la candidez y lo siniestro: todo sigue siendo muyyy de la movida, aunque con más poderío compositivo que actitud.
Con mucha gente dudando –¿es pop
arty que podría ser masivo o un siniestro que querría ser gigante y sencillamente le falta el presupuesto adecuado?–,
“Chill Out” (2009) es inferior a “Supercrepus”, pero desafía más que ninguno de sus discos en cuanto a posmodernidad (pretendida o no). Canciones maravillosas, interpretaciones
bizarras y sonidos horteras. Hace falta valor. ∎