Si la primera entrega (volúmenes 1-4) de las “Bagatelles” de John Zorn incluía diversas texturas sonoras (Mary Halvorson Quartet, el dúo de violonchelistas Erik Friedlander-Michael Nicolas, la banda de noise Trigger y la música electrónica de Ikue Mori generada con su ordenador portátil), la segunda parte da una idea más uniforme, la de música concebida para un teclado (piano u órgano) y las diferentes combinaciones de este instrumento en solitario, en trío o cuarteto, con sección rítmica clásica o con guitarra. Zorn siempre diseña sus discos como compositor a partir de ideas conceptuales, argumentales e instrumentales muy claras. “John Zorn’s Bagatelles Vol. 5-8” lleva esta idea hasta un territorio más homogéneo que nunca. Más que variaciones sobre un mismo tema –las bagatelas, ese tipo de composiciones breves y ligeras de la música clásica que, en manos del compositor y saxofonista neoyorquino, adquieren una naturaleza menos leve–, se trata de variaciones sobre un mismo teclado (o dos).
Los matices son infinitos en los tres primeros volúmenes, donde el piano campa a sus anchas, pero se debe a la pulsión tan distinta entre Kris Davis y Brian Marsella. En la primera de estas nuevas cuatro entregas, Davis conduce, tensa y aminora con magistral sutileza. Discurre por la paisajística zorniana en soledad lírica o con la guitarra de Halvorson, el contrabajo de Drew Gress y la batería de Kenny Wollesen. En la segunda, el piano de Marsella imprime una intensidad diferente, más jazzística en el sentido etimológico de la palabra. También lo acompaña Wollesen, pero con un tratamiento de caja y platos distinto a su cometido con Davis, y el bajo le pertenece ahora a Trevor Dunn, lo que conlleva más músculo y cortes bruscos. El tercer disco deja fuera de campo cualquier instrumento que no sea el piano, con Marsella en solitario cabalgando con templanza o ímpetu sobre las notas escritas por Zorn: su “Bagatelle #290” es una auténtica preciosidad.
El cuarto disco le pertenece al furibundo trío de John Medeski, quien se desentiende por completo del piano para embarcarse con el órgano en una de sus aventuras a la clásica usanza de los tríos sin bajo: G. Calvin Weston (batería) y David Fiuczynski (guitarrista), dos músicos con los que Medeski ha colaborado en muchas ocasiones, le sirven un acerado soporte para circunloquios varios en los que ahora prima el teclado eléctrico en ascesis groove o hard, ahora las seis cuerdas de la guitarra, ahora se disuelve un instrumento en el otro, siempre con las endiabladas baquetas de Weston –recuerden, uno de los baterías del Primer Time de Ornette Coleman– encargándose de marcarles el territorio a ambos.
Zorn en la máxima extensión de la palabra. Y eso que, en paralelo a esta nueva entrega de sus bagatelas, ha reactivado un nuevo cuarteto de Masada, con disco ya en el mercado –“New Masada Quartet” (2021)–, tiene en marcha otra formación de Electric Masada –precisamente con Marsella y Medeski a los teclados– y anuncia para el próximo enero un disco mano a mano con Bill Laswell grabado cuando la pandemia empezaba a remitir. ∎