Lo de
Jonathan Wilson con el sonido Laurel Canyon puede echar para atrás si los prejuicios imperan y se teme la sombra del ejercicio de estilo hueco y esteticista. Pero cualquier duda se disipa a la primera: escucharlo es amarlo. Ocurría con su anterior obra,
“Gentle Spirit” (2011), y sucede aún más con la gozosa experiencia que supone este
“Fanfare”. Y cierto que hace gracia oír su voz respaldada por coros de iconos como Jackson Browne, David Crosby o Graham Nash. O comprobar, una vez más, la pericia de Mike Campbell (su slide en
“Moses Pain”) o Benmont Tench (ese piano para
“Lovestrong”). Son meros complementos, en cualquier caso, de lo esencial: la maestría de Wilson como cantautor, multinstrumentista y mago de los arreglos y la producción desde su propio estudio, orgullosamente analógico.
Si el músico de Carolina del Norte afincado en California no aunara ese compendio de virtudes sería imposible deglutir cual obleas tanta canción de seis o siete minutos como tiene el disco. Todas ellas rezuman sonidos familiares sin atufar a pastiche. El mejor pop orquestal en el corte que abre y titula el álbum; la guitarra jazz-pop a lo Walter Becker de
“Dear Friend”; ecos de The Beatles en la voz de
“Her Hair Is Growing Long” o en el ecuador psicodélico de la luego fronteriza
“New Mexico” que escribió con Roy Harper... Un festín.
Aunque hay más: satinados en negro para “Future Vision”, remolinos eléctricos tipo Crazy Horse a cámara lenta para
“Illumination”, un saxo que recuerda a Gerry Rafferty (
“Fazon”)... Bordear fuentes espinosas como America en
“Cecil Taylor” se resuelve por la vía meditativa. Y mirar a The Eagles en el country-rock de
“Love To Love” vira en triunfo por vía dylaniana. Así que a extasiarse con el surtido de delicias. ∎