Álbum

Jónsi

First LightMyndstream-Lakeshore, 2024

Iniciado originalmente como el fruto de una colaboración entre el músico islandés y la desarrolladora Electronic Arts para la composición de la banda sonora de un videojuego, “First Light” parece situarse finalmente en la intersección de las inquietudes que asaltan a Jónsi desde hace algunos años. Por un lado la musicoterapia, la capacidad sanadora de la música y su uso para el tratamiento de problemas tanto físicos como mentales, una idea que ya exploró en el proyecto “Liminal” (2018) junto a su expareja Alex Somers, que comparte con otros neopaisajistas pop –de todo corte– como Jon Hopkins o James Holden y que a día de hoy sostiene conceptualmente sus instalaciones artísticas, que han debutado este mismo año en el Museo de Reykjavik. Y por otro la composición de bandas sonoras.

Y, sin embargo, el nuevo trabajo del líder de Sigur Rós, completamente instrumental –su voz tan solo aparece en algunos momentos, “Undercurrent”, por ejemplo, como un incomprensible eco lejano– y con claro poso posminimalista, plagado de referencias a la obra de Max Richter, también se puede entender como un sucesor espiritual de aquel “Heima” que firmara junto a su banda en 2006, dando protagonismo a las cuerdas y los pianos por encima de las guitarras, las percusiones y los efectos. Es evidente que la sensibilidad ambient de Jónsi puede notarse en cada segundo de “First Light”, al igual que el componente emocional que caracteriza todo su trabajo al frente de Sigur Rós, y que en cierta manera también es su mayor talón de Aquiles: “cinismo” no está en su vocabulario, y eso es maravilloso, pero tampoco puede verse siempre el mundo de color de rosas, tulipanes y claveles. Cuesta encontrar los grises a un álbum que parece reconocerlos de soslayo, pero que prefiere siempre mirar hacia otro lado. En cualquier caso, se antoja difícil valorar este aspecto concreto sin el supuesto videojuego a mano, pues un score hopepunk puede elevar a través de la belleza ciertas historias; y “First Light” está plagado de belleza, hasta el punto de la lágrima fácil –“Stillness”–.

Nos imaginamos, que es lo que nos queda, algo tipo “Ori”, con un mundo descompuesto, triste, que rebrota inundándolo todo de belleza, color y luz. Una historia donde se muestra la vulnerabilidad de la naturaleza, y donde la inocencia primero recibe castigo para confirmarse después como uno de los grandes bastiones de la bondad. “Floweret”, por ejemplo, parece el nivel de una mazmorra en scroll lateral. Y a “Forest Trill” no cuesta imaginársela sonorizando una de esas escenas clave de la historia que comienzan en terrorífica tensión y se liberan de pronto, permitiéndole al héroe protagonista un remanso de paz. De contemplación, en general, va este “First Light” que se eterniza por un momento en sus primeros compases, pero que después entra sorprendentemente en su propia velocidad de crucero, fluyendo suave y sin demasiados sobresaltos hasta el final, encadenando autorreferencias y construyendo una unidad en un mismo universo orgánico: se repiten ruedas y progresiones de acordes, resurgen melodías y forman leitmotivs. En la paz interior, según Jónsi, encontrarás todas las respuestas. ∎

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