Me confieso un profundo admirador de Joseba Irazoki (Bera, 1974) desde que, hace ya casi 20 años, descubrí su majestuosa guitarra en grabaciones como “Olatuetan” (2006) “Tokian tokiko” (2006) o “Pertsona” (2008), pequeñas piezas de orfebrería tanto en lo musical como en su propia elaboración y distribución física limitadísima. Y, sobre todo, desde que asistí, atónito, en aquella misma época, a un set de improvisación libre, feroz, ruidosa, descomunal por su parte en Arteleku. Había topado recientemente, y me sentía maravillado por su magia ancestral y esotérica, con las guitarras acústicas John Fahey o Robbie Basho, a los que llegué a través del llorado Jack Rose; asimismo, me perdía feliz en los drones abismales de bandas como Pelt o Vibracathedral Orchestra, y acababa de descubrir las grabaciones de guitarras tuaregs de Sublime Frequencies, con bandas como Group Doueh o Group Inerane, como una continuación o quizá un vestigio anterior de un lenguaje universal. Un lenguaje que, por supuesto, era también el de Joseba y su onomatopéyica guitarra.
Desde entonces, Joseba ha desarrollado una vasta carrera marcada por su inagotable capacidad de trabajo, su enorme curiosidad, su valentía y, ante todo, su inmensa generosidad. Decidido a hacer de la guitarra su herramienta y modo de vida, ha dejado destellos de su talento en grabaciones y directos de artistas como Nacho Vegas, Mikel Erentxun, Atom Rhumba o Rafa Berrio; ha creado incluso su propia banda como Joseba Irazoki eta Lagunak; o ha gestado el homenaje a su querido Robbie Basho, que desarrolla junto Beñat y Julen Achiary bajo el nombre Bas(h)oan. En todas estas vertientes, su guitarra siempre aporta luz, color y colmillo cuando es necesario, siendo capaz de evocar a Robert Fripp, Marc Ribot, Steve Gunn, Fred Frith o Ron Asheton, o lo que sea que pida cada canción.
Pero es en sus discos en solitario, él y su guitarra, sin más intermediarios, límites, o directrices, donde Joseba muestra su verdadera grandeza. Ya lo hizo en “Gitarra onomatopeikoa” (2017), y lo vuelve a demostrar con creces, en esta, digámoslo ya, deslumbrante continuación.
Editado a tres bandas por Bidehuts, Hegoa y el prestigioso sello Otoroku del mítico Café OTO de Londres, “Gitarra lekeitioak onomatopeikoa II” es una gozosa colección de improvisaciones en la que Joseba despliega, más que nunca y quizá apoyado en todo lo aprendido y recopilado en ese extenso recorrido, su particular universo sonoro en toda su fascinante belleza. Joseba cuenta aquí, además, con la colaboración de dos auténticas luminarias de ese mismo lenguaje ancestral y cósmico que vertebra todas las piezas: Raphael Roginski y Rhodri Davies se integran entre sus bucles y drones de manera totalmente natural y a menudo incluso imposible de discernir. En definitiva, un todo sonoro, estético e incluso ético de enorme coherencia, honestidad y alcance artístico. Aquí y hoy, su mejor disco hasta la fecha. ∎