Juan Azul es el seudónimo de Juan Fernández-Savater Muñoz, guitarrista de 27 años recién horneado en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid, y
“Los mejores días ya han pasado” es su primer álbum, al parecer grabado en el estudio que tiene en casa de sus padres. Relación paterno-filial que no acaba ahí: partiendo de una fotografía previa de Lucas Gallego, la portada del disco es obra de su padre, Juan Carlos Savater, pintor paisajístico y hermano del afamado catedrático de filosofía que escribió “Ética para Amador” (1991).
Juan dice que no hace pop, ni siquiera de cámara. La vertiginosa
“Vampirillos” sería prueba de ello. Experimentación y atrevimiento (quizá en menor medida novedad) definirían lo que hace este músico con falsete de Duendecillo Verde más que de Sr. Azul. Hándicap potencial para quienes esperan encontrarse con la ortodoxia entre tanta referencia culta. Además, el trasgo de Torrelodones prefiere no revelar sus influencias, pero para eso estamos nosotros. Verbigracia, los teclados recuerdan a autócratas afines como Thomas Leer o el sirio Omar Souleyman.
Con ello no apunto a la música étnica, sino a una ingeniosa falta de prejuicios. Otro mérito de Azul es su capacidad para dar apariencia de sencillo a lo complejo en un primer disco donde ha contado con la ayuda de Dan Nisenson y de algún instrumentista puntual. Vamos, que tan solo no ha estado en los dos años de gestación de un álbum cuyo resultado se encuentra bien lejos del lo-fi y de la simpleza de cierto pop independiente. Al contrario, ha sabido transmitir una gran riqueza musical compaginada con indiscutible gancho y energía.
Respecto a las letras, Azul resuelve la papeleta optando con desparpajo prosódico por temáticas que apuntan al sueño encantado, las escenas olvidadas o las despedidas, con carambolas cinéfilas y literarias como
“El valle de las muñecas”. Los Golpes Bajos de “Devocionario” (1985) o los primeros Prin’ La Lá prestan aquí un buen servicio a libre asociación. Él tiene la culpa: su música te hace viajar como tripulante homérico que descubre un lugar diferente en cada capítulo sin perder el hilo narrativo. Hasta la epatante
“El niño se levanta”, que parece una nana siendo en realidad un despertar musicalmente situado, no sé, en algún lugar entre Sade, Maurice Deebank y John Grant, acaba atrapándote.
Azul decide con inteligencia hacer del desasosegante “Los mejores días ya han pasado” casi un EP alérgico al relleno. Sus siete canciones se distribuyen en dos caras bien diferenciadas, si es que se deciden por el precioso disco de vinilo. La primera es la más accesible –
“Alicia” suena definitivamente a The Pale Fountains–, mientras que el lirismo y virtuosismo guitarrístico de la segunda, más tranquila y reflexiva, no se interponen en el camino de la inmediatez y de la variedad estilística. Así, el trance-pop de
“Me dijo ser tuyo” convive con ensoñadoras baladas hawaianas de infancia y desamor –¿habrá escuchado el “Thunderclown” (2012) de Momus? ¿o es el Bob Dylan reciente de “Key West” lo que le inspira?– como la del corte homónimo de un álbum que logra dibujar un paisaje estético personalísimo, hipnótico y prometedor. ∎