Es complicado defender a
Kanye West después de que sucumbiera a su propia espiral autodestructiva, consumido por pensamientos megalomaníacos, su narcisismo exhibicionista y sus declaraciones bizarras y poco meditadas, pero supongo que todo el mundo tiene derecho a un proceso de restauración. También sus últimos trabajos han mantenido un nivel muy irregular que ha pasado por cancelaciones, un proyecto de góspel ciertamente interesante o un esquema grosso modo de un trabajo que pudo llegar a ser relevante pero pasó con más pena que gloria. Quizá el mayor problema es que, por las filtraciones y las pocas cosas que pudimos escuchar de lo que podría haber sido aquel “Donda 2”, lo que muchos esperábamos de este nuevo álbum era un viaje más introspectivo, con letras profundas que en cierto modo nos ayudaran a entender el momento actual de West, pero en lugar de eso lo que tenemos finalmente es un inconsistente flexeo sobre conquistar putas que en muchos puntos salva
Ty Dolla $ign (han grabado este primer trabajo conjunto como ¥$, apertura de una trilogía, a lo largo de todo el mundo, de Los Ángeles a Tokio pasando por Italia o Abu Dhabi) y que por momentos roza la vergüenza ajena. Cuando dice
“How I’m antisemitic? I just fucked a jewish bitch” la energía que transmite es la del que suelta cosas tipo “¿Cómo voy a ser homófobo si tengo un amigo maricón?”. Y me hace pensar que realmente el hilo conductor del trabajo, más allá de eso que no deja de ser típico
braggadocio rapero, sea una reflexión irónica (y quizá demasiado explícita) sobre la cultura de la cancelación: una especie de performance en la que los mensajes solo adquieren sentido verdadero del modo en que se reciben y se interpretan. Algo así como decir: “Eres un hijo de puta. ¿Ves cómo jode? Pues ya sabes, llamar hijo de puta a la gente está mal”. No sé si es la manera en que me gustaría educar a los hijos que no tengo.
En cualquier caso, Kanye se agarra siempre a la voluntad de arrepentimiento, al perdón cristiano, y ruega disculpas en
“BEG FORGIVENESS” juntándose con Chris Brown. Todo es una performance para ponerlo en medio del fuego cruzado, para convertirlo en el señalado.
Es un buen tema, y demuestra que en lo musical Kanye consigue mantener cierto equilibrio entre el desafío y el experimento y el gusto masivo, con bases que en general (y salvo excepciones obvias a cualquier oído) están bien tratadas y llegan a plantear incluso nuevos caminos para el Ye productor. Por momentos consigue incluso que parezca que el álbum va a levantar el vuelo.
“STARS” funciona bien como intro, por ejemplo (aunque no tengo claro que sea necesario asegurar literalmente que ahora tiene
“algunos judíos en el equipo”). Y
“BACK TO ME”, con un Ty en estado de gracia, suena estimulante jugando a cortar las líneas vocales y a agudizar la melodía por encima de lo normal; incluso consigue sacarte una sonrisa cuando dice eso de
“I put nerds on the map, now this Urkel in your bitch. Did I do that?”: no sé, uno se imagina a James Blake, a Evian Christ, a Arca o a Hudson Mohawke codeándose con supermodel… oh,
wait.
“DO IT” deja en cierto modo claro hasta dónde podría llegar como dúo de pop-rap la aleación entre Ye y Dolla, y en el fondo los sintes chocando con una base de
freestyle y reminiscencias R&B de los noventa tienen hasta su gracia. A
“BURN” le sucede lo mismo, y deja también algunos de los instantes más brillantes del álbum, como ese
“I burned eight billion to take off my chains”, mientras repasa las contradicciones de la cultura de la cancelación. Pero suena inacabada, como queriendo jugar de una forma demasiado evidente al non finito
miguelangelesco. Ícaro podría ser otro alias de Kanye West.
Y es que en su afán disruptivo y, repito, consumido por su megalomanía, el rapero termina cayendo desde hace ya años en la provocación vacía, especialmente en lo sonoro.
“KEYS TO MY LIFE” parece estar deliberadamente fuera de tono, y en cierto punto suena como un descarte esbozado del impresionante “DAYTONA” que produjo para Pusha T en 2018.
“PAID” utiliza el mismo
sample de “Deep Inside (Hardrive)” que “FADE”, y aunque tiene buenas ideas y parafrasea el “Roxanne” de The Police, pues vaya, que no es “FADE”. La mezcla de
“HOODRAT” es caótica y hasta cacofónica, pero no feísta en el sentido de
“Yeezus” (2013), sino bastante menos intencional, o al menos con un tiro bastante errado, y lo mismo le pasa a
“PROBLEMATIC”, que directamente llega a ser molesta e inaudible.
“PAPERWORK”, aunque relativamente insustancial, lo hace mejor sobre un
sample industrial de funk carioca underground.
En cualquier caso,
“VULTURES 1” sigue engordando el saco de
hits de West, especialmente en su último tercio. Temas como
“FUK SUMN”, con Playboi Carti surfeando chorreantes y pegajosas líneas de código junto a Travis Scott, con Timbaland y JPEGMAFIA (entre otros) distorsionando ese bajo cibernético terrorífico, deshaciéndose de cualquier rastro de humanidad que pudiera quedar en los
drums. O
“VULTURES”, gótica y siniestra, como sacada de Yarnham, llena de autorreferencias sobre un
sample de Three 6 Mafia que se transforma en una abstracción sinfónica: hay que reconocer que entra perfecto Bump J con ese
“I just got some head in a Ghost (un modelo de Rolls Royce),
then I ghost her”, y que el tema, tres minutos después, ha llegado a lugares absolutamente irreconocibles.
“CARNIVAL” construye su fondo con cánticos de los ultras del Inter de Milán y un truco: un
sample de “Iron Man” (Black Sabbath) que ya había utilizado en “Hell Of A Life” ante la negativa actual de Ozzy Osbourne por antisemita. Perro también come perro. Y el que esté libre de pecado que tire la primera piedra. En
“TALKING”, que realmente es lo más rompedor del trabajo por presentar a su hija North West en el foco artístico con apenas 10 añitos, dice:
“Put her on game before the world put her through it / That’s why I gotta break the curses that were sent for me”. ¿Tiene que ser Kanye relevante en 2024? Este disco no va de eso. Va de ser libre. Va de ser independiente. ∎